lunes, 29 de noviembre de 2010




LA CONSTANCIA Y LA CONFIANZA, EN LA ORACIÓN

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda



Hay que ser perseverantes en la oración. Dios atenderá nuestras súplicas. Nuestra oración debe ser paciente. Como la de la viuda que se convierte para todo cristiano en modelo de la vida de oración. Nuestra oración debe mantenernos en la fidelidad al Señor.

Debemos confiar que nuestras súplicas serán eficaces, hay, pues que orar, “sin cansarse nunca”. Sin desaliento. Hay que “orar sin descanso”, aceptando el plazo que Dios tenga dispuesto, porque la oración no debe ser nunca mi llamamiento para que Dios intervenga inmediatamente. La palabra de Dios nos habla constantemente de la necesidad de orar. Nos invita a orar sin desfallecer”. Nos aconseja orar perseverantemente “de día, y de noche”. El mismo Cristo Jesús fue un ejemplo sublime en la oración. “ y pasó la noche orando a Dios”(Lc.6,12). En el Getsemaní: “lleno de angustia oraba con mayor insistencia”(Lc.22,44). Cuando el camino haya sido largo, duro, difícil, solo en la oración encontraremos las fuerzas necesarias para proseguir. Ella nos librará de la indiferencia o la apatía que tantos estragos ha causado en tantos hombres de buena voluntad que caminaron durante un periodo por la senda de la entrega, del apostolado.

La oración evita el cansancio insoportable, “el cansancio de los buenos”. La perseverancia en la oración constituye una de las lecciones más respetadas de Jesús en el Evangelio.

La confianza en Dios aumenta nuestro deseo de orar. La oración aumenta nuestra confianza. Cuando se ama y se confía no se puede dejar de expresar lo que se tiene en el corazón. La confianza no solo exige la fe como premisa, y la oración como expresión. Exige, regularmente, la humildad, Cristo nos invita a abrirnos como niños al don de Dios. La oración a nuestro Padre de los cielos está entonces segura de obtenerlo todo (Lc.11,9-13). La oración confiada, hecha con espíritu humilde obtiene para el pecador (todo hombre) la justificación, la salvación.

En el amor confiado a Jesús obtendremos la victoria sobre el mal. La confianza es condición de la fidelidad. Y ésta , se confirmará en la confianza. El amor, señal de fidelidad perseverante, da a la confianza su plenitud. Sólo los que perseveran en el amor perseveran en la oración confiada.


 
La oración se hace camino para llegar al compromiso. La oración se hace compromiso para trabajar en las exigencias evangélicas. La oración reflexión reposada e íntima de la Escrituras nos debe llevar al compromiso de proclamar la Palabra, sin obstáculos, sin impedimentos, sin temores, sin miedos. Proclamar a tiempo y destiempo. Compromiso que lleva a realizar trabajos, a veces poco gratos, de reprender, corregir, de educar, exhortar, alentar y estimular. La fuerza para este trabajo, en el que hay que insistir a tiempo y destiempo, nos vendrá de la oración. Y la oración nos llevará a cumplir nuestro compromiso comunitario, nuestro compromiso eclesial.

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