sábado, 25 de enero de 2014





 

EL TESTIMONIO DE VIDA: UN DESAFIO VIGENTE

Pbro. Ángel  Yván Rodríguez P
 
 
 

 

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado… Y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos” (Jn 13:34-35)

 

            Cristo nos enseña a evangelizar: a invitar a la gente a estar en comunión con él y a crear una cultura del testimonio a través del amor. Una vida cristiana vivida con caridad y fe es la forma más eficaz de evangelizar. La evangelización testimonia el poder transformador de la Palabra de Dios y la misión de la Iglesia para fortalecer la fe en sus miembros, santificar la sociedad, transmitir esta fe a las generaciones futuras y renovarla en los que la han abandonado.

 

            “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan o, sí escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio… Será, sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra, de santidad” (EN, 41).

 

            Los creyentes se convierten en agentes de evangelización a través del testimonio de vida y de compromiso con el Evangelio. Los momentos cotidianos, vividos con caridad, fe y esperanza cristiana, dan testimonio a los familiares, amigos, vecinos, colegas y otras personas que han dejado de participar activamente en la vida de la Iglesia. Este testimonio es esencial para acercarse a los demás en el mundo moderno de hoy.

 

            El testimonio de los cristianos, cuya vida está llena de la esperanza de Cristo, abre al Señor los corazones y las mentes de los que los rodean. Esta apertura a Cristo es un momento de conversión (metanoia). Es el momento en el que la vida de una persona se reorienta, cuando -por la gracia- entra en relación con a Cristo y, luego, con la comunidad de los creyentes, la Iglesia. El propósito de la nueva evangelización es dar lugar a la fe y  a la conversión a Cristo. La fe implica una trasformación profunda de la mente y el corazón, un cambio radical de vida.

 

            La nueva Evangelización no pretende invitar a la gente a experimentar solo un momento de conversión sino, más bien, a vivir un proceso gradual y permanente de conversión, vale decir: atraer a todos hacia una relación profunda con Dios; que lleguen a participar en la vida sacramental de la Iglesia, a desarrollar una conciencia madura y sostenga su fe mediante la catequesis permanente de la vida, integrándola en los aspectos de la vida personal. El proceso de conversión y evangelización debe incluir siempre el testimonio de la Iglesia a través del vivir cotidiano de sus miembros.

 

            Que los contextos, situaciones y ambientes culturales de hoy sean aprovechados como grandes desafíos para manifestar una cultura del testimonio cristiano, como siempre una invitación permanente a todos nuestros hermanos y hermanas ausentes para su regreso a la mesa del Señor.