viernes, 3 de noviembre de 2023

 






El recuerdo de un ser querido nos alegra el corazón…

Recordar en nuestra oración a nuestros difuntos ofrece paz en el corazón

 

Hoy la Santa Madre Iglesia de todo el mundo conmemora los fieles difuntos. Las Misas que celebramos hoy son oraciones para pedirle perdón a Dios en nombre de todos nuestros hermanos y hermanas difuntos. Esto es especialmente para aquellos que todavía están en el Purgatorio y necesitan la misericordia de Dios.

Debemos pausar un momento para preguntarnos, ¿por qué orar por los muertos, cuando la carta a los hebreos dice que: “Después de la muerte viene el juicio” (Heb 9:27). Cuando hay un refrán que dice: “No hay arrepentimiento en la tumba.” ¿Esto no significa que estamos perdiendo tiempo aquí? ¡No, no lo estamos perdiendo tiempo!

Como católicos, creemos en la comunión de los Santos. Esta comunión o compañerismo incluye a los Santos de la iglesia triunfante, la Iglesia militante y la Iglesia sufriente. Por lo tanto, estamos en una comunidad en la que podemos ayudarnos mutuamente a través de nuestras oraciones. La iglesia que sufre en el Purgatorio necesita purificación para finalmente alcanzar su destino eterno.

El libro de  2do.Macabeos atestigua que Judas Macabeo, jefe de Israel, hizo una colección. “Así que, ofrecieron un sacrificio de expiación por los pecados de los que habían muerto en batalla. Orar por los muertos para que sean liberados de sus pecados, es una acción santa y adecuada “(Mac 12:46).

Según la enseñanza católica, orar por los vivos y los muertos (especialmente, las almas en el Purgatorio) es la séptima obra espiritual de la misericordia. Sin embargo, mientras que la doctrina del Purgatorio está bien fundamentada y plausible, debemos esforzarnos arduamente por la santidad y la perfección para entrar directamente al cielo al final de nuestra vida terrenal.

¿Nuestra vida termina en la muerte? El libro de la sabiduría responde a esta pregunta: “Las almas de los justos están en las manos de Dios, y ningún tormento les alcanzará. Las personas tontas, que no tienen fe, pensaron que todos se acabó para ellos. Pero los justos están en paz.” Mientras estaban vivos, eran víctimas de los pecados, el egoísmo y la injusticia. Ahora están en manos de Dios. En las manos de un padre que es amor y que está dispuesto a perdonarlos.

Ahora están en las manos de Dios, quien los protegió a lo largo del camino de esta vida terrenal. Ahora, están donde, “no habrá tormento, donde habrá inmensa felicidad, descanso, luz, paz e inmortalidad. Allí, Dios mismo enjugará todas sus lágrimas. Allí no habrá más llanto o muerte (Ap. 21, 3-4).

Así que, unidos en la oración, pidamos a nuestro Señor Jesucristo, que murió y resucitó, que los lleva a su reino, donde todos reuniremos un día con ellos para vivir para siempre.

¡La paz sea con ustedes!