lunes, 28 de febrero de 2022

 



SABER LIMPIAR CON EL TESTIMONIO DE PALABRA Y VIDA

Por eso explica Jesús que lo primero que tenemos que reparar y perfeccionar es nuestro modo de mirar y de juzgar. La comparación que usa es bien clara: me tengo que sacar primero la viga de mi ojo antes de pretender sacar la brizna de hierba del ojo de mi hermano. El Papa Francisco insiste a menudo en la sana costumbre de “acusarse uno mismo, en vez de (o antes) de acusar a los demás".

Hay que revisar esa seguridad de que tenemos razón y que todo lo tenemos claro porque nos condicionan muchas voces, que serían como vigas que lo tapan y deforman todo. Por eso, hay que empezar por detectar en mí los afectos, las ideas, los prejuicios, las vendas que pueden cegar o hacer que mi juicio sea equivocado.  No podemos encontrar o discernir el bien y la verdad si, por ejemplo, nos encastillamos en nuestras ideas y posturas previas, en los nuestros, en los que piensan y son como yo (la polarización tan extendida últimamente, la cerrazón, la rigidez). Así no hay discernimiento ni acompañamiento que valga, puesto que somos seres de encuentro, para tener puentes, facilitar diálogos y acuerdos, relativizar posturas cerradas...

Como tampoco podemos buscar  la voluntad de Dios si sólo tenemos en cuenta nuestro bien particular, nuestros gustos y conveniencias, perdiendo de vista o ignorando a los otros, a los que están peor (esos «bienaventurados»...).

Por último, el Maestro presenta el criterio de los frutos. Cada árbol se reconoce por su fruto. No por los bellos ramajes, o por su tamaño, o porque adorna y queda bien. Los higos o los racimos no brotan de cualquier árbol. Si el corazón va sacando el bien, la bondad, el perdón, la solidaridad, la generosidad, la paz, la justicia, la dignidad, el respeto... querrá decir que estamos en el camino correcto. Y se notará hasta en las palabras que salgan de nuestra boca.

Concluyendo:

+ Primero es necesaria la guía y la acción del Espíritu y el empeño de buscar en nuestra vida la voluntad de Dios. En esto no podemos quedarnos atascados: «ya soy bueno», o «no sé qué más debiera hacer».

+ Segundo, son mas necesarios que nunca auténticos maestros de vida que nos ayuden a caminar y a seguir dando fruto incluso en la vejez, estando lozanos y frondosos (así nos ha dicho el Salmo).

+ Tercero: coger la grúa y empezar a quitar tantas vigas de en medio que nos tapan la mirada.

+ Y cuarto: Los frutos. Son lo que vale. No los discursos ni las palabras.

viernes, 4 de febrero de 2022

 



ELEMENTOS  ESPIRITUALES DEL DISCERNIMIENTO

 

 La importancia de la oración.

Discernir es saber distinguir, separar, categorizar, precisar, entre las varias opciones que se nos presentan, lo que más y mejor nos conviene en el aquí y ahora de nuestras existencias. Es un ejercicio que involucra nuestra mente, corazón y voluntad. Dicho ejercicio de discernimiento se llama, además, espiritual precisamente porque se trata de un asunto de gracia, de vida espiritual, es decir, de una relación, de un encuentro profundo con el Espíritu Santo que nos ha sido dado (ver Rom 5,5). El discernimiento cristiano es fruto por tanto de un diálogo abierto y disponible, de una disciplina de oración, de un trato cercano y sincero con la Santísima Trinidad – «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1Sam 3,19-21) .

El Evangelio está lleno de ejemplos de cómo el Señor, en momentos decisivos de su ministerio público acudía a la oración para discernir qué y cuándo obrar. (Así ha elegido a los Doce apóstoles; les ha enseñado el Padre Nuestro; se ha Transfigurado ante ellos; se ha preparado para la Pasión, etc.). En innumerables situaciones Él advertía a sus discípulos «mi alimento es hacer la Voluntad del que me envió [mi Padre] y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). Incluso en los momentos de oscuridad y sufrimiento, cuando el discernimiento se hacía más difícil, el Señor no dejaba la oración: «Oren para que no sucumban a la tentación» (Lc 22,40).

Puede ser que en determinados momentos de nuestra vida, la oración se nos vuelva muy difícil, árida, y que sintamos como si el Señor nos hubiera abandonado. Pero incluso en estas situaciones de prueba, podemos tener la certeza de que el Espíritu Santo aboga por nosotros con gemidos inefables (Rom 8,26) y que para Dios no hay nada imposible (Lc 1,37).

La persistencia en la oración, nuestra generosidad en abrir nuestros corazones a la Santísima Trinidad, produce muchos frutos. Y esa familiaridad con Dios nos permite ir conociendo, poco a poco, al ritmo de la libertad y del amor, su Voluntad para nuestras vidas.

¿Qué medios puedes poner para incrementar tus momentos de oración? Quizás en qué momentos rezarás, cuando planifiques tu día, tu semana…quizá tener una lectura espiritual que te ayude a mejorar tus encuentros con Dios… quizá velar porque tengas momentos de esa buena soledad, en la que puedas entrar en ti mismo (a)?…

 La disponibilidad interior.

 A través de la oración vamos aprendiendo a escuchar al Señor y a descubrir su Plan para nosotros. Pero el momento quizás más importante del discernimiento no sea tanto el escuchar, el conocer lo que el Señor nos pide, sino el aceptarlo de corazón, con plena y libre disponibilidad. El así llamado “joven rico” ha conocido el Plan de Dios para él, pero no lo aceptó (ver Mc 10,21-22). Lo mismo ha sucedido con algunos otros discípulos que se escandalizaron por las palabras “eucarísticas” de Jesús en la Sinagoga de Cafarnaúm (ver Jn 6,61-66).

La disponibilidad de corazón, la docilidad interior, la obediencia, son clave para una relación cada vez más profunda y cercana con el Señor y para permitir que Él, en su Divina Providencia, se sienta en la libertad e incluso en la alegría de revelarnos su Plan. El Señor espera de nosotros una fe madura, responsable; una respuesta sincera como la que hemos podido apreciar en María (ver Lc 1,39) y en José (ver Mt 1,24), por ejemplo.

¿Cómo está tu deseo de hacer la Voluntad de Dios en tu vida? Pídele a Él que te ayude a crecer en este deseo, rezando con fervor el Padre Nuestro.

En ese sentido, la oración del Padre Nuestro se nos presenta como un excelente medio de meditación y disciplina espiritual. No repitamos el “hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo” de manera superficial y aburrida, sino de corazón, con responsabilidad filial.

El Señor no quiere obrar en el mundo sin nuestra libre cooperación.

 Atención a los signos y mediadores

Dios nos habla muchas veces a través de signos. Éstos pueden ser interiores o exteriores.

Normalmente llamamos “signos interiores” a algunas inspiraciones, mociones espirituales que llegan a nuestra conciencia espiritual moviendo nuestro entendimiento, nuestros sentimientos y nuestra voluntad. Son

gracias que el Señor nos concede por medio de la oración o, incluso, a través de nuestra vida ordinaria. Podemos y debemos pedir a Dios en nuestras oraciones que nos mueva el corazón, que nos ilumine la inteligencia, que nos ayude a discernir lo mejor para nosotros en el aquí y ahora de nuestras vidas. ¿Necesitas un empleo? ¿No sabes qué camino tomar? Pídele al Señor que te ilumine. Sé dócil a sus mociones y observa, con fineza interior, los signos interiores que Él, en su generosidad, te pueda estar mandando. ¿Necesitas saber si ésta es la mujer o el hombre de tu vida, si ésta es o no tu vocación? Pídele al Señor. Con confianza. Somos sus hijos.

Además de los signos interiores (que pueden variar de persona a persona, según la gracia que Dios, en su liberalidad, nos concede), existen también los así llamados signos exteriores. Éstos también implican atención

y fineza interior. El Señor nos puede hablar por medio de un paisaje, por objetos muy concretos, por frases oídas en la calle, por encuentros inesperados con personas determinadas, entre otras muchas cosas. Lo más común es que el Señor nos ofrezca algún signo a través de nuestros amigos y familiares más cercanos, a través de personas (mediadores) con más experiencia espiritual que la nuestra, por medio de un Director espiritual, por ejemplo. Para una persona, “despierta” espiritualmente, todo puede ser una ocasión para que Dios se manifieste. Incluso en situaciones inesperadas, como por ejemplo, una horrible pelea en un ataque de ira, de una situación de caída en algún pecado grave, pueden ser ocasión para que el Señor nos enseñe algo que facilite nuestro inmediato discernimiento.

El Señor siempre se quiere comunicar contigo. ¿Estás atento a los signos con los que Él te habla? Detente a pensar unos momentos en tu día y pídele al Señor su luz, para poder ver su acción en tu vida.