DIOS DA VIDA A LOS MUERTOS
Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
La Resurrección de Cristo garantía de la nuestra. San Pablo destaca, con frecuencia, la relación estrecha entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. Nosotros resucitaremos porque Cristo ha resucitado. Nuestra resurrección tiene origen en la Resurrección de Jesús. La Resurrección de Cristo implica también la nuestra. La Redención se contemplará cuando la humanidad salvada por el Señor, reciba de su Espíritu la acción vivificante que alcance los mismos cuerpos de los redimidos. “Vivificará también nuestros cuerpos mortales”. Es, la Resurrección y la Gloria, la herencia que recibimos de Cristo. Esa es la Vida Eterna. Don escatológico de Dios. Todavía no lo hemos alcanzado por nuestra condición peregrinante. Sin embargo, en la Eucaristía pregustamos ese don. En el sacramento de la Vida se nos da la promesa y la garantía de ese premio final y eterno.
Morir para vivir. Cristo se había encaminado a Jerusalén. Era su último viaje. Caminaba hacia la Pasión. Se iba a abrazar con la muerte. Iba a dar su vida. Ofrenda, oblación, sacrificio. “Conviene que uno muera por todos”. La vida de Jesús era el precio de la vida de los hombres. Cristo pagó el rescate. Su muerte nos traerá la vida al mundo. El reino del pecado era desorden, corrupción y muerte. Cristo instaura el Reino de Gracia. En Él no hay ni corrupción ni muerte. Hay gloria. La gloria de Cristo resplandecerá, por encima de todo, en la Pasión. Allí, Cristo, se revelará como Señor de la muerte y Señor de la vida. La gloria de Jesús debe manifestarse en la Iglesia. El Señor lo dice la víspera de su Pasión: “ Yo he sido glorificado en ellos” Cuando los cristianos celebramos la muerte de Jesús, cantan su propia resurrección. Prenda de ella es la Eucaristía.
Dios da la vida a los muertos. La vida viene de Dios. Nadie puede darla sin en el concurso de Dios. Cristo da la vida a los muertos. “ El que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá”. El que cree en Cristo, tiene la Vida. Tiene la vida que vence a la muerte. Es necesaria, pues, para la Vida, la fe. Y la fe viene igualmente de Dios. “Todo el que viva y crea en Mí, no morirá para siempre. El milagro de la resurrección de Lázaro apunta a una vida que no perece. Porque Lázaro revivido volverá a morir. Cristo muestra, resucitándolo, su poder sobre la muerte. Esa resurrección temporal es sólo “signo” de la victoria definitiva. Victoria que consistirá en la Resurrección para la eternidad.
La vida para siempre. Esa es la vida que nos trae Jesús. Esa es la vida nueva. Cristo siembra con su vida la semilla de eternidad. En Cristo estará el poder de Dios creador del hombre. Cristo, en el nombre del Padre realiza el último milagro antes de la Pasión para poner en jaque definitivamente a los que no creen en Él. Cristo gobierna la vida de los hombres. Tiene poder sobre los muertos. Al imperio de su voz, los muertos resucitan. Es la señal de su poder, de su imperio. Es el Señor de vivos y muertos.
Dios nos ha creado por Amor. Nos ha salvado por Amor. También, por Amor, nos promete la Gloria que es Vida Eterna en nosotros. Dios es, un Dios de Vida. Él quiere que nosotros los cristianos seamos mensajeros de esperanza y testigos de su Resurrección. Quiere que vayamos creando comunidades de vida, engendradas por la fe, valientes y decididas aunque el resultado humano pueda parecer escaso. Hoy a Eucaristía, nos llama a adherirnos a “ Cristo con la total plenitud de nuestro ser, en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina” (GS 18).
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