viernes, 15 de abril de 2011

EL SENTIDO QUE JESÚS DIO A SU PASIÓN Y SU MUERTE


EL SENTIDO QUE JESÚS DIO A SU PASIÓN Y SU MUERTE

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda




Cristo se despojó de su rango”: Este fragmento de la carta a los Filipenses es el “Himno de la redención por Cristo”. (Flp 2,6-11). Himno de humillación y de exaltación. Doctrina para también tenerla en cuenta a la hora de reproducir en nuestra vida personal los rasgos de Cristo. Si, según San Pablo, debemos tener los mismos sentimientos de Jesús, debemos igualmente abrazar una vida humilde. “Jesús se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte”. Se humilló y se hizo como uno de nosotros; nos dio su enseñanza de caridad. Se hizo hombre para buscar al hombre. Se despojó de su rango para salvarlo. Esa es la clave de su renuncia. Lo debe ser también la nuestra. Cristo nos exige que renunciemos a nosotros mismos. Debemos hacerlo con sus mismos sentimientos. Si Él se humilla y se despoja por nosotros, nuestro camino debe ser el mismo que el suyo. También a nosotros nos toca dar la vida por los demás. En la humildad y en la obediencia encontraremos el camino de la transformación y glorificación.

“Dios lo levantó sobre todo”: La obediencia llevó a Jesús a la muerte. Lo llevó también a ser exaltado. Su nombre estará sobre todo nombre. Toda la creación le adorará. Su señorío será universal; pleno y sobre todo lo que existe. Para Él, el título de Señor; es un título divino. Toda la creación –cielo, tierra y abismo- se lo reconocerá. Con ese título, Jesús es exaltado. Ante Él, se doblará toda rodilla. De la más temible humillación será “elevado sobre todo”. Se da la paradoja suprema de todo el Misterio de Cristo: Dios se hace hombre y muere, para que el hombre viva; Dios convirtió la humillación de la Cruz en la mayor de las victorias: Cristo Jesús, Señor del Reino, toma posesión del Reino después de su glorificación.

“¡Jesucristo es Señor!”: Así lo proclama toda lengua. Es la confesión de la victoria de Cristo. Es la confesión cristiana: “Jesús es Señor”. Su trono está en el cielo; Señor y soberano universal. Su título de Señor es el mismo de Dios. El es “Señor de todos”. Como Yavé. El es el Rey de reyes y Señor de los señores. Él es el Señor absoluto. Él es, Señor de la Iglesia. Él es Dios. “¡Mi Señor y mi Dios!”. Eso es Jesucristo. “¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!”

“La Pasión del Siervo”: Anunciada proféticamente la pasión del Mesías, la fue viviendo Cristo Jesús paso a paso. Los evangelistas, sin querer hacer una historia completa y exacta de estos hechos, se mantienen, en la redacción, fieles a las tradiciones originales. Quieren manifestarnos que en Jesús se cumplían las Escrituras. “El Hijo del Hombre tenía que padecer”. Por eso no presentan a un Mesías triunfador; al contrario, nos muestran a Jesús como Siervo Doliente. El siervo cargado de dolores. Allí está, en la narración de la escena, Cristo instituyendo la Eucaristía: un momento  antes anuncia la traición y señala al traidor. Fue el inicio del dolor. ¡Entregado por uno de los suyos! ¡Rechazado cuando quiso salvarle! Jesús no cosechó del corazón de aquel hombre el amor que había sembrado en él. No logró llevarlo por el camino del arrepentimiento a la salvación. La Pasión comenzaba con una traición. La Pasión comenzaba con la pérdida de una oveja. El Buen pastor no pudo cargarla en sus hombros.

“Jesús es condenado”: Getsemaní, la tristeza, la angustia, la oración, los discípulos perdidos, el beso del traidor y el prendimiento. ¡Qué herido dejaron  el corazón del Señor! “En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”. Comenzaba el juicio más inicuo de la historia: Anás y Caifás, Herodes y Pilato, la representación más abyecta de la justicia humana. Todos los crímenes de todos los jueces de todas las épocas tuvieron allí su representación. El justo es condenado. Se pide la muerte para el Siervo de Dios. Subirá a la Cruz. Es el grito del pueblo: “Que lo crucifiquen”. Los jueces encontraron una comparsa dócil. Lo llevarán “como cordero al matadero”. “Sin defensa. Sin justicia, se lo llevaron”.

“La muerte del Siervo”: No hubo justicia. No hubo piedad. Sobre el madero de la Cruz fue clavado el cuerpo santo del Señor. Con la muerte de Cristo se alumbrará una nueva humanidad. Su sangre era el precio del rescate. Su muerte, garantía de nuestra vida eterna. Donde hubo esclavitud, Él puso libertad. Cambió el odio por amor. La venganza, en perdón. La muerte, en la vida. Nos hizo hijos de Dios. Cargó con nuestros pecados sobre sus hombros para que nos pudiéramos presentar limpios ante el padre de los cielos. Su muerte fue el acto con él que culminaba la reconciliación. Su sacrificio constituyó la gran purificación de la humanidad. El grano de trigo había caído en la tierra y comenzaba a germinar. A partir de entonces el sufrimiento y la muerte tendrían otro sentido nuevo para los seguidores de Jesús. El sentido que le dio Jesús a su Pasión y a su Muerte.

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