viernes, 25 de marzo de 2011

EL AGUA VIVA NECESARIA PARA LA CONVERSIÓN





EL AGUA VIVA NECESARIA PARA LA CONVERSIÓN

Pbro. Ángel Yván Rodríguez P



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                Son muchas las enseñanzas que se pueden sacar del encuentro de Jesús con la samaritana. Una mujer pecadora, una mujer alejada de todos los valores religiosos que encuentra a Dios y se convierte a Él de todo corazón. Junto a esa conversión una densa y profunda enseñanza de Jesús sobre el culto, sobre la Gracia, sobre sí mismo. Del coloquio de Jesús con la samaritana se saca la fundamental verdad: el agua que se promete es para la vida eterna, no brotará más del templo de Jerusalén sino de la persona de Cristo. Sucederá después de la resurrección del Señor. Entonces instaurará un culto en espíritu y verdad. Jesús afirma su condición de Salvador.
            Jesús  se revela a la  samaritana como fuente de Agua Viva. Jesús lleva a la samaritana del deseo del agua natural a la búsqueda del agua sobrenatural, el Agua Viva que es el Espíritu Santo. Este Espíritu se manifestará en la glorificación de Jesús. Este Espíritu se mostrará cuando Jesús edifique el nuevo templo espiritual y envíe a sus apóstoles a su misión evangélica. Jesús será ese Templo único, espiritual y verdadero. Esa es la gran diferencia. Los otros templos, también el de Jerusalén, son materiales, rituales y transitorios.  Jesús es el Templo definitivo. Templo que será destruido y reedificado en tres días.


            Jesús se revela como Mesías. “Soy yo, el que habla contigo”. El Mesías que revelará todo. Es la misión de Jesús. Misión de magisterio. A la samaritana le fue enseñado las cosas de Dios. Ella era un poco el símbolo de toda la humanidad. La samaritana fue la mujer que dejó el cántaro y corrió a la ciudad. Necesitaba echar a los cuatro vientos lo que había aprendido del Señor. Necesitaba trasmitir su fe nueva, regalo de la conversación con Jesús. Se dirigió a sus paisanos con prudencia exquisita. Les dijo simplemente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho:  ¡será éste el Mesías?”. Admiramos en esa mujer su humildad. Reconoce su pecado. Admiramos su confianza y esperanza. “Señor, dame de esa agua”. Admiramos su talento y su lógica. Su inquietud  religiosa. Sobre todo, admiramos su corazón generoso. Quiere que los demás participen del tesoro que ella ha encontrado. Quiere que participen de su felicidad. Por eso corre a la ciudad y busca a las gentes. El prefacio de la misa la recuerda como una mujer bienaventurada. “Cuando Jesús pide a la samaritana, ya crea en ella el don de la fe; y se digna tener sed de su fe para encender en ella el fuego del amor divino”.
            Jesús les revela a sus apóstoles que Él realizará la “Obra” del Padre que es la Salvación” Esa es su misión. Les revela también que tiene que subir al Padre,  serán  ellos los continuadores de su obra. Eso debe ser motivo de gozo para ellos. Los apóstoles son asociados a la misión de Jesús. Él ha sembrado. Ellos deben cultivar y segar. Allí, en samaria, estaba el campo de cosecha más generosa. Fueron muchos los samaritanos que proclamaron su fe en Jesús. “Creemos que Él es verdaderamente el salvador del mundo”. Con su fe los samaritanos, estaban rezando el  “Credo”. Más adelante Pedro y Juan, en Samaria, cosecharían su más rica siega de almas. “Por la imposición de las manos los samaritanos recibieron el Espíritu Santo” ( Hech 8,14-17)

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