INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
La Virgen María,
la Madre de Dios, nuestra Madre, es otra de las protagonistas del Adviento,
como no podía ser menos. Nos volveremos a encontrar con ella el próximo día 12
de este mes, bajo la advocación de Ntra. Sra. de Guadalupe, muy venerada en el
continente americano. Hoy la contemplamos bajo el misterio de su Inmaculada
Concepción, recordando su disponibilidad a Dios, su sí a Él, y la puerta que
esta aceptación y entrega supuso y supone para todos los creyentes: nada más y
nada menos que el nacimiento de nuestro Salvador, que dentro de poco
celebraremos.
Dos ideas por si te ayudan a vivir esta jornada de
la mano de María.
1ª Si el cristianismo
fuera una ideología, una ideología no necesita de una madre. Pero como el
cristianismo es fundamentalmente el encuentro con la persona de Jesucristo,
para dicho encuentro sí necesitamos de la Madre de “ese” con quien nos queremos
encontrar, porque ella nos lleva a su encuentro. Por eso, cada vez que oramos a
Dios con María, le estamos diciendo: “María, muéstranos a tu Hijo”. Pídeselo
hoy. Pídele a nuestra Madre que te ayude a conocer más a Jesús, para amarlo más
y seguirle mejor.
2º. De las lecturas de
hoy, me quedo con el imperativo que el Arcángel le dice a María de parte de
Dios: ¡alégrate! Es la primera palabra, es el saludo, es el resumen de todo su
mensaje. Alégrate porque eres llena de Gracia, porque el Señor está contigo. El
pueblo cristiano tiene la bonita costumbre, que mucha gente mantiene, de rezar
el Ángelus a las doce del mediodía, en silencio, interiormente, en medio del
trabajo. Y esta bella oración recoge esta secuencia de la Anunciación que hoy
meditamos de la mano del evangelista San Lucas.
Deberíamos
recordar más a menudo, cuando rezáramos el Ángelus y oráramos con María lo que
el Arcángel le mandó: ¡alégrate!; y lo que ella supo vivir incluso en medio de
la oscuridad de la incomprensión en el momento más duro de su vida al pié de la
cruz. Una alegría interna que la ayudó a esperar y no desesperar, a mantenerse
en pié.
Celebrar a María
es recordarnos que tenemos una Madre en el camino del seguimiento de Jesús, que
no estamos solos. Es recordarnos que la fe es un camino de alegría, porque el
Señor está con nosotros. Y cuando lo olvidemos, basta con mirar a la Madre,
cómo ella lo vivió; su sí fue plenificado, su confianza no quedó defraudada.
Ella nos recuerda que este camino, que esta apuesta es, incluso cuando todo
parece perdido en medio de la noche, de ganadores.
¡Inmaculado
Corazón de María, ruega por nosotros!
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