III DE ADVIENTO
RECUPERAR LA AUTENTICA ALEGRÍA
La Iglesia, especialmente en este tercer
domingo de Adviento, nos hace una invitación a la alegría. Pero se trata de una
alegría distinta, profunda, que puede ser incluso silenciosa. De sobra sabemos
que por mucha comida y mucho champán que tomemos, no conseguimos la auténtica
alegría. Por muchos regalos que nos hagamos, por mucho papel de colores, muchos
belenes y árboles iluminados que pongamos por todas partes... hay que reconocer
que a menudo nos está faltando la ALEGRÍA con mayúsculas.
El poco conocido
profeta de la primera lectura, de extraño nombre, (Sofonías = «Dios protege»)
nos ha invitado a la alegría, dándonos varias razones. A saber:
§ Lo primero es que EL SEÑOR HA
CANCELADO TU CONDENA, Dios te ha perdonado definitivamente tus culpas y penas.
Porque sí. Desde la raíz.
De
sobra sabemos que, aunque no somos mala gente, estamos bastante lejos de vivir
como auténticos discípulos de Jesús; estamos lejos de que otros hombres puedan
leer el Evangelio en nuestras vidas. De sobra sabemos que nos falta
complicarnos mucho más la vida en los asuntos del amor y la justicia, y el
cuidado de la creación. En esto nunca hacemos bastante, siempre podemos más y
mejor.
Dios
nos está colmando continuamente de regalos, de oportunidades, de capacidades...
Y más de una ni siquiera la hemos desempaquetado. En la lista de «deudas» con
Dios siempre andamos en números rojos. La cercanía de Dios conlleva el
ofrecimiento de una paz profunda y a nuestro alcance: nos permite sentirnos
profundamente reconciliados, con una nueva oportunidad de ser mejores y vivir
más desde Dios y para los otros. Los ángeles de Nochebuena nos anuncian la Paz
a los hombres que ama el Señor. Y el Niño será llamado «Príncipe de la Paz». El
Adviento es una ocasión estupenda para que saborees esas palabras del profeta,
dirigidas expresamente para ti ¡EL SEÑOR HA CANCELADO TU CONDENA!, que por el
ministerio de la Iglesia te conceda el perdón y la paz
§
En segundo lugar: EL SEÑOR HA EXPULSADO A TUS ENEMIGOS.
Tantas
veces te han disparado directo al corazón y han hecho diana, y te has sentido
sangrar. Te han hecho «nada»... Tantas veces has tenido que agachar la cabeza
ante otros más fuertes que te imponían sus ideas, sus criterios, sus costumbres,
sus soluciones. ¡Tantas veces te has tenido que refugiar en «el bosque» para
ponerte a resguardo! Enemigos de fuera... ¡pero también de dentro!, que son
incluso peores, porque es bien difícil huir de ellos, y a menudo te sorprenden
con la guardia baja. Esas seducciones, vicios, apegos, complejos, manías y
miedos, tentaciones... Pues el Señor los vence, los «expulsa» de ti, los
aleja... aunque a ti te toca poner de tu parte, claro. Es la alegría de verse
liberado.
§ En tercer lugar. EL SEÑOR SERÁ REY EN MEDIO
DE TI.
Él puede tomar posesión de ti. No hay ninguna
zona oscura de tu vida, de tu corazón, de tu historia, a donde no pueda llegar
Él para salvarte. Allí entra él con toda tu fuerza. Es cuestión de hacer
silencio, quitar candados y pestillos, y dejarle que vaya pasando en tu
oración, en tu Eucaristía... hasta el centro de tu Castillo Interior, a cada
rincón, y acomodándolo todo a su gusto. La alegría de tener siempre contigo al
Rey Huésped.
§ Y tal vez la más sorprendente: EL SE GOZA Y
SE COMPLACE EN TI, TE AMA Y SE ALEGRA CON JÚBILO.
Esta es la razón
principal de la alegría y de la fiesta. Dios está enamorado apasionadamente de
ti. Se ha fijado concretamente en ti para ofrecerte todo su cariño. Te lleva
observando desde siempre, hagas lo que hagas, con un cariño impresionante. Te
pondrás mil máscaras, te esconderás detrás del activismo y tus ocupaciones y
superficialidades, te salpicarás de barro. ¡Es igual, no le importa! Te
olvidarás de Él, pero como buen enamorado, Él seguirá buscándote y esperándote.
Nos cuesta creerlo, siempre nos vemos poco dignos de que entre en nuestra casa.
Pero realmente le importamos, tanto que es capaz de vencer a la mismísima
muerte, para poder estar siempre con nosotros. Y cuando uno sabe que alguien le
ama de esa manera... se llena de sorpresa y de alegría...
§ En resumen: EL SEÑOR ESTÁ
CERCA.
Está cerca en Navidad y en cada Eucaristía,
hablándote y poniendo en común contigo todo lo que es y puede y le dejes. Está
cerca en el hermano y en la comunidad cristiana. Está cerca: en el pobre y en
el que sufre. Está tan cerca de ti como tu propio corazón: precisamente ahí. Y
entonces se esfuman los temores: su victoria ante cualquier tropiezo, fracaso,
dificultad ¡es la nuestra! Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra
nosotros? Nada ni nadie os preocupe; sino que, en toda ocasión, vuestras
peticiones sean presentadas a Dios. Tendremos problemas, es obvio, pero los
enfrentaremos de otra manera: con esperanza, con serenidad, con equilibrio, con
fortaleza. «Y la Paz protegerá y cuidará de nuestros pensamientos y corazones
en Cristo Jesús».
Necesitamos
esta alegría: es más sencilla, dura más, no cuesta dinero y merece la pena.
Cuando esta alegría nos envuelve, podemos planteamos vivir una Navidad de otra
manera. Y entonces, ¿Qué hacemos?, podríamos preguntarle al Bautista, o al
Evangelio. ¿Cómo vivir una Navidad alegre, distinta?
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