SAN JOSE, PATRONO DE LA BUENA MUERTE
Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
El acontecimiento de la muerte de
San José es uno de los episodios más silenciosos de su vida: no sabemos en qué
momento preciso tuvo lugar.
Cuando
Jesús tenía doce años es la última vez que aparece en vida en los Evangelios. También parece cierto
que debió morir antes de que Jesús comenzara su ministerio público. Al volver
Jesús a Nazaret para predicar, la gente preguntaba: ¿pero no es ese el hijo de
María? (Mc.6, 3). De ordinario no se hacía referencia directa de los hijos de
la madre, sino cuando había muerto el cabeza de familia. Cuando es invitada
María a las bodas de Caná, al comienzo de la vida pública, no se nombra a José.
Tampoco se menciona a lo largo de la vida pública del Señor. Sin embargo, los
habitantes de Nazaret llaman en cierta ocasión a Jesús el hijo del carpintero, lo que parece incidir que no había pasado
mucho tiempo desde su muerte, pues aquellos todavía le recordaban.
José
no está junto a la cruz cuando Jesús estaba a punto de expirar. Si hubiera
vivido aún, Jesús no habría confiado el cuidado de su Madre al Apóstol san
Juan.
Los
autores están de acuerdo en admitir que la muerte de San José tuvo lugar poco
tiempo antes del ministerio público de Jesús.
No
pudo tener San José una muerte más apacible, rodeado de Jesús y María, que le
atendían piadosamente. Jesús le confortaría con palabras de vida eterna. María
con los cuidados y atenciones que se tienen con un enfermo a quien se le quiere
de verdad.
La
piedad filial de Jesús le acogió en su agonía. Le diría que la separación sería
corta y que pronto se volverían a ver. Le hablaría del convite celestial al que
iba a ser invitado por el Padre eterno. “Siervo
bueno y fiel, la jornada ha terminado para ti. Vas ha entrar en la casa
celestial para recibir tu salario. Porque tuve hambre y me diste de comer. No tenía
morada y me recibiste”.
Es
lógico que San José haya sido proclamado Patrono de la buena muerte, pues nadie
ha tenido una muerte más apacible y serena, asistido por Jesús y María. A él
acudiremos cuando ayudemos a otros en sus últimos momentos. A él pediremos
ayuda cuando vayamos a la casa del Padre. Él nos llevará de la mano ante Jesús
y María.
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