martes, 4 de marzo de 2014




AL INICIAR LA CUARESMA

¿HACEMOS BALANCE? ¿LO INTENTAMOS?

 

 Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
 
 

Comenzamos hoy este tiempo que, con los soportes de la oración, la limosna o el ayuno, nos trasladará a la alegría de la Pascua. Conscientes de que en muchas ocasiones vivimos alejados de Dios, (somos como el polvo que se derrama hoy en nuestras cabezas; volátil y a veces invisibles) queremos recuperar la fuerza de nuestro creer y, sobre todo, asentar nuestra existencia en Cristo y con Cristo.

Hoy al recibir la ceniza nos van a decir: “conviértete y cree en el Evangelio”. Conviértete al amor y cree en esa doctrina de amor que Jesús nos enseñó y el Padre refrenda.

--Vamos a reencaminar nuestras vidas por el camino de la exigencia, austeridad, recortar gastos inútiles. Pero con un fin: podemos ayudar más a los demás.

--Vamos a recortar nuestro tiempo para tener más tiempo a los demás.

--Vamos a dar y darnos: dar cariño, alegría, oídos, compasión, compañía, ayuda económica al que la necesita.

            Intentemos en el tiempo de cuaresma hacer el siguiente balance o al menos intentarlo:

 

1.- En nuestra vida de oración:

 

Desgraciadamente la cuaresma en la vida de muchos católicos ha perdido el “oremus”. Mucha fuerza en el carnaval y tal vez ninguna ruptura o contraste al día siguiente. ¿Seremos capaces de romper con el ruido que nos aturde? ¿Daremos el paso del disfraz de la mentira o de la incoherencia al traje de la verdad y de la sinceridad? ¿Ofreceremos algún tipo de sacrificio (vigilia solidaria, abstinencia o caridad) por aquellos más desfavorecidos de nuestra sociedad?

La Cuaresma es esa escalera que nos posibilita llegar con aires nuevos a la Pascua. Es esa herramienta que nos convierte en amigos más auténticos de Jesús. Es ese tiempo donde la Palabra de Dios ha de sonar con especial intensidad, diariamente y como pauta de nuestra conducta. ¿Somos cristianos de Palabra o sólo hombres de palabrería? ¿Atentos a la voluntad de Dios o pendientes del cuchicheo mundano?

 

2.´Control de nuestro pulso espiritual:

 

Toda empresa, al final de año, hace un balance de su movimiento económico. También nosotros, como seguidores de Jesús, en este tiempo cuaresmal tenemos una gran oportunidad de controlar nuestro pulso espiritual. De revisar nuestra pertenencia a la Iglesia. De mirarnos hacia dentro y sacar conclusiones prácticas:

-Aunque me parezca estar en el camino de Dios, puede que sólo me encuentre en el mío.

-Aunque me sienta seguro de mí mismo, puede que esté más débil que nunca

-Aunque crea que es imposible mudar de ciertos aspectos que no me gustan de mi persona, con la ayuda de Dios y mirando a la cruz, puedo conseguirlo

-Aunque crea que comparto algo o mucho de lo que tengo, alguien reclama mi ayuda, mi atención, mi mano para seguir adelante. Nunca es suficiente.

-Aunque aparentemente parezca buen cristiano, el Evangelio, me recuerda que existe mucha distancia entre lo que oigo y hago.

 

3.- Nuestra confianza en Dios:

 

            Reafirmemos en estos 40 días nuestra confianza en Dios. No nos dejemos seducir ni engañar por cantos de sirena. Ni la Iglesia es tan mediocre como algunos la venden o la presentan, ni tan santa como Cristo y nosotros mismos quisiéramos. Que sea un tiempo que nos empuje y nos lance, sin temor ni temblor, a conocer más todavía a ese Cristo que en la cruz fue exponente en tono mayor del inmenso amor que Dios nos tiene. Que sea un paso adelante en la vivencia y conocimiento de nuestra fe. Recientemente el Papa Francisco nos recordaba que “aquí nadie se salva sólo; Cristo no ha venido para enseñarnos buenos modales sino para salvarnos.” Que eso, la salvación que Cristo nos propone, sea precisamente el fruto de esta Santa Cuaresma. ¿Siente necesidad el mundo que nos rodea de la salvación? ¿No vivimos mejor –según algunos- perdidos en un horizonte incierto, sin valores, sin Dios y sin más referencia que el propio hombre?

 

4.- Vivir la cuaresma con Espíritu peregrinante:

 

Vivamos la Santa Cuaresma. Agarremos cada uno de nosotros nuestra propia cruz y, en uno de sus maderos, vayamos escribiendo nuestras conquistas personales (menos televisión, menos internet, menos vida fácil, menos vicio….) y en el otro que sea Dios quien con su Palabra, la Eucaristía de cada día, la limosna, la oración y la contemplación nos recuerde que, nuestra vida, está llamada a ser rescatada por su presencia radical y cruenta en la cruz. ¡Adelante! ¡La Pascua nos aguarda!

 

5. Sacramento de la Reconciliación  Alegría cristiana:

 

 Exigencia de conversión y de reconciliación. Las dos cosas se nos reclaman para nuestra inmediata preparación y celebración de la Pascua de este año y para la salvación eterna. Se nos pide hacerlo modestamente. No se trata de acudir a campañas, carteles, ni festivales que lo promuevan. Es una labor artesanal que cada uno debe llevar a cabo dentro de sí mismo. Acudiendo con frecuencia y conciencia al Sacramento de la Reconciliación. Y además con alegría, nada de caras agrias. Nuestra actualidad nos pide a los cristianos más que la autenticidad de nuestra Fe, el testimonio de que los que la tenemos somos felices. En un mundo que sufre la epidemia del desencanto, la carencia de esperanza y la visión borrosa de un futuro que no le entusiasma, el cristiano debe contagiar su alegría. Estando dispuestos en todo momento a afirmar que es consecuencia de nuestra Fe.

La simpatía tal vez no podamos tenerla todos, además de en este caso ser virtud, se sustenta sobre un don natural que no todos poseemos. Es suficiente con la amabilidad, con la buena educación, con la gentileza. Desde esta realidad hay que rellenar la vida de generosidad.

 

6. Sentido de gratitud en el diario vivir:

 Cada noche, antes de dormir, debemos descubrir y agradecer el bien que Dios nos ha hecho durante la jornada y examinarnos luego de las buenas obras que con los que nos hemos relacionado y practicado nosotros, como respuesta a la bondad del Señor. Nobleza obliga, decimos y es lo que toca, si queremos ser coherentes.

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