EL BEATO MOSÉN SOL:
UN FULGOR EUCARÍSTICO EN LA IGLESIA
Pbro. Angel Yván Rodríguez Pineda
Cualquier conocedor de la historia social y eclesiástica de la España del siglo XIX, podría demostrar con sólidos argumentos, que la Iglesia ha dado figuras de reconocida importancia para el mundo, conocidas especialmente por su sabiduría y santidad.
Durante este tiempo se dio la coincidencia notable en tres personajes catalanes distinguidos por su santidad y ejemplaridad de vida en la Iglesia. ¿Pero, quienes eran estos tres personajes a los que queremos aludir? San Antonio María Claret 1807-1870), que dio un fuerte impulso misionero a la Iglesia, el beato Manuel Domingo y Sol, (1836-1909) que reformó y renovó la tan necesitada clase de los que se formaban para el sacerdocio, y por último un filósofo y pedagogo de la universidad más humilde de España y Cataluña, la Universidad de Vich. Este sacerdote genio autodidacta se llamaba Jaime Balmes Urpía. (1810-1848).
La espiritualidad de Don Manuel se realizó siempre enraizada en la Eucaristía. Por eso también la Hermandad tendrá su raíz más importante en el Corazón de Jesús sacramentado. Es una espiritualidad eminentemente eucarística, Su mayor y singular acento hay que encontrarlo en el santísimo Sacramento. Desde la fuente esencial de la Eucaristía, aspiraba Mosén Sol que todos sus Sacerdotes Operarios aspiraran a vivir centradamente del el Amor a Jesús sacramentado.
Don Manuel, escribe, predica constantemente de Jesucristo, del Corazón de Jesús. Pero hay que entenderlo haciendo referencia constante a la presencia real del Señor en la Eucaristía. El Beato Mosén Sol, teniendo siempre su Pasión por el amor a Jesús Sacramentado, siempre aspiró tener en cada un templo de Reparación, con la finalidad que el Señor estuviera siempre expuesto ( con exposición solemne) para ser adorado. La obra de la Reparación a Jesús Sacramentado, fue un anhelo constante y una preocupación permanente en la vida, espiritualidad y obra apostólica del beato. En cuanto a al valor de Reparación, en la vivencia de la espiritualidad sacerdotal el Beato decía constantemente: “El valor de la Reparación a Jesús Sacramentado, es un tema tan importante y complejo que puede llenar la vida apostólica de un hombre particularmente activo en las tareas espirituales”.
El Beato Mosén Sol, era un hombre en verdad ordenado en todas sus tareas, en todas las facetas de su vida repleta de amor y por tanto también llena de obras. Era incansable. Entendió que la obra de la Reparación y el cuido y fomento de las vocaciones sacerdotales y laicales eran proyectos de Dios, y por tanto trabajó apostólicamente de forma inigualable para que dichas obras resplandecieran en todo su fulgor.
Mosén Sol, como un hombre lleno de Dios, conocía los fracasos, pero nunca la derrota. Si las cosas salían bien, él les imprimía una dinámica alegre, confiada, contagiosa y profundamente agradecido a Dios que se las había inspirado. Si salían mal, como enseña el evangelio, eran lecciones para corregir, victorias por alcanzar, Nunca se daba por vencido, porque sabía que su fortaleza residía en el poder de Dios. Emprendía, después de cada fracaso, una revisión exhaustiva de todo el proceso, para ver él, lo puntos débiles de cada gestión apostólica, para cambiar las causas que habían determinado el fracaso.
Como rasgo personal, Mosén Sol, no fue una persona encerrada, ni enredada, ni abstraída. Procuraba siempre estar atento a las opiniones de los demás, sabía escuchar los halagos y las críticas de otros.
Don Manuel, vivió siempre el amor desde la intimidad del sagrario que frecuentaba diariamente varias veces al día, mantenía largas sesiones de dialogo amoroso y confidencial con Jesús vivo en el sagrario. En Mosén Sol, el espíritu eucarístico fue una vivencia penetrante y a la vez fecunda en las obra de apostolado en la Iglesia. De Él vivió. Para Él vivió. En Él vivió.
Don Manuel nos enseñó a laicos, religiosos y sacerdotes, con su espiritualidad, con su palabra y testimonio a no mirar sino a Cristo; a pretender sino a Cristo, ¡a quedarse sólo con Cristo!
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