sábado, 1 de enero de 2011



LOS REYES MAGOS:
  UNOS HOMBRES EN BÚSQUEDA DE DIOS

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda



            “Unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?... Venimos a adorarlo”.  Unos hombres en búsqueda de Dios. Se ponen en camino, están atentos. Preguntan, indagan, se preocupan. Quieren alcanzar su objetivo: ver al Rey de los judíos y adorarlo. Los Magos de Oriente tienen el corazón abierto. Son dóciles a la llamada de Dios. Les guía la “Estrella”. Les mueve la fe. Por la fe se han puesto en camino. Por la fe han superado los obstáculos. Por la fe han adorado al Niño y le han ofrecido sus presentes. Los Padres de la Iglesia han visto simbolizados en esos regalos “la Realeza (oro), la Divinidad (incienso) y la Pasión (mirra) de Cristo”.
            Esta Epifanía, esta manifestación de Jesús a los Magos de Oriente, es la escena Evangélica que quiere dejar constancia del propósito salvífico universal de Dios. Los Magos son los representantes de la gentilidad. Representan a los de lejos. Son aquellos que acceden a la salvación no por el derecho de sangre, ni por estar insertos en la tradición judaica. Son aquellos que llegan al Salvador y a la Salvación, por la fe. Los Magos son los representantes de todos aquellos que buscan la verdad. Con coraje, con riesgo. Con valentía.
            Los Magos representan, también, a los hombres de buena voluntad. A los hombres sin malicia, sin hiel, sin amargura. Representan a los creyentes dóciles y humildes. Aquellos que descubren a Dios y se arrodillan  en gesto de adoración.
            En la historia de la Iglesia se repiten las situaciones de la historia del pueblo de Israel. La nueva pertenencía jurídica no nos garantiza los frutos de la salvación. Se requiere algo más. Algo más que un sacramento recibido por rutina. Se requiere la fe. Una fe operante. Una fe comprometida. Una fe reconvertida a la acción misionera por los alejados y los que desconocen a Cristo como el salvador. Una fe que doble nuestras rodillas ante Dios, como gesto exterior de nuestra adoración interior.
            Para entrar en el plan de salvación hace falta también la docilidad y la humildad de los Magos de Oriente. Seguir la “Estrella”. Seguir la luz. Fiarse de la Revelación. Contemplar al Salvador. Y como los Magos, llenos de alegría, volvernos por otro camino. No el que conduce a Herodes. Volvernos por el camino que Jesús nos ha señalado.
            Con todo, lo que encierra la fiesta de la Epifanía del Señor, la figura central es Cristo Jesús. Él se manifiesta para salvar. Para estar con los hombres. Es el Emmanuel. El Dios –con-nosotros. Es Cristo que nos llama a la intimidad. A la intimidad de su corazón, a la humildad de su vida.
            El Cristo de la Epifanía es el Cristo que nos ofrece su apoyo y nos anima con su gracia. El Cristo de la Epifanía es el Cristo que nos capacita y nos envía a cumplir una misión grande y divina. Ser luz en un mundo de tinieblas. El Cristo de la Epifanía nos previene contra aquellos peligros de conocer sin fe. Los judíos conocían, pero no tenían fe. Los Magos, los paganos, guiados por la “Estrella” lograron la fe. Y vieron al Mesías. La “Estrella” continúa presente hoy en nuestro mundo señalando el lugar y el acontecimiento. Es la Iglesia que guía, señala y orienta. Hoy es Epifanía, manifestación de Señor.



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