La
importancia de la oración.
Discernir es
saber distinguir, separar, categorizar, precisar, entre las varias opciones que
se nos presentan, lo que más y mejor nos conviene en el aquí y ahora de
nuestras existencias. Es un ejercicio que involucra nuestra mente, corazón y
voluntad. Dicho ejercicio de discernimiento se llama, además, espiritual
precisamente porque se trata de un asunto de gracia, de vida espiritual, es
decir, de una relación, de un encuentro profundo con el Espíritu Santo que nos
ha sido dado (ver Rom 5,5). El discernimiento cristiano es fruto por tanto de
un diálogo abierto y disponible, de una disciplina de oración, de un trato
cercano y sincero con la Santísima Trinidad – «Habla, Señor, que tu siervo
escucha» (1Sam 3,19-21) .
El Evangelio
está lleno de ejemplos de cómo el Señor, en momentos decisivos de su ministerio
público acudía a la oración para discernir qué y cuándo obrar. (Así ha elegido
a los Doce apóstoles; les ha enseñado el Padre Nuestro; se ha Transfigurado
ante ellos; se ha preparado para la Pasión, etc.). En innumerables situaciones
Él advertía a sus discípulos «mi alimento es hacer la Voluntad del que me envió
[mi Padre] y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). Incluso en los momentos de
oscuridad y sufrimiento, cuando el discernimiento se hacía más difícil, el Señor
no dejaba la oración: «Oren para que no sucumban a la tentación» (Lc 22,40).
Puede ser que en
determinados momentos de nuestra vida, la oración se nos vuelva muy difícil,
árida, y que sintamos como si el Señor nos hubiera abandonado. Pero incluso en estas
situaciones de prueba, podemos tener la certeza de que el Espíritu Santo aboga
por nosotros con gemidos inefables (Rom 8,26) y que para Dios no hay nada
imposible (Lc 1,37).
La persistencia
en la oración, nuestra generosidad en abrir nuestros corazones a la Santísima
Trinidad, produce muchos frutos. Y esa familiaridad con Dios nos permite ir
conociendo, poco a poco, al ritmo de la libertad y del amor, su Voluntad para
nuestras vidas.
¿Qué medios
puedes poner para incrementar tus momentos de oración? Quizás en qué momentos
rezarás, cuando planifiques tu día, tu semana…quizá tener una lectura
espiritual que te ayude a mejorar tus encuentros con Dios… quizá velar porque
tengas momentos de esa buena soledad, en la que puedas entrar en ti mismo (a)?…
La disponibilidad
interior.
A través de la oración vamos aprendiendo a
escuchar al Señor y a descubrir su Plan para nosotros. Pero el momento quizás
más importante del discernimiento no sea tanto el escuchar, el conocer lo que
el Señor nos pide, sino el aceptarlo de corazón, con plena y libre
disponibilidad. El así llamado “joven rico” ha conocido el Plan de Dios para
él, pero no lo aceptó (ver Mc 10,21-22). Lo mismo ha sucedido con algunos otros
discípulos que se escandalizaron por las palabras “eucarísticas” de Jesús en la
Sinagoga de Cafarnaúm (ver Jn 6,61-66).
La
disponibilidad de corazón, la docilidad interior, la obediencia, son clave para
una relación cada vez más profunda y cercana con el Señor y para permitir que
Él, en su Divina Providencia, se sienta en la libertad e incluso en la alegría
de revelarnos su Plan. El Señor espera de nosotros una fe madura, responsable;
una respuesta sincera como la que hemos podido apreciar en María (ver Lc 1,39)
y en José (ver Mt 1,24), por ejemplo.
¿Cómo está tu
deseo de hacer la Voluntad de Dios en tu vida? Pídele a Él que te ayude a
crecer en este deseo, rezando con fervor el Padre Nuestro.
En ese sentido,
la oración del Padre Nuestro se nos presenta como un excelente medio de
meditación y disciplina espiritual. No repitamos el “hágase tu Voluntad en la
tierra como en el cielo” de manera superficial y aburrida, sino de corazón, con
responsabilidad filial.
El Señor no
quiere obrar en el mundo sin nuestra libre cooperación.
Atención a
los signos y mediadores
Dios nos habla
muchas veces a través de signos. Éstos pueden ser interiores o exteriores.
Normalmente
llamamos “signos interiores” a algunas inspiraciones, mociones espirituales que
llegan a nuestra conciencia espiritual moviendo nuestro entendimiento, nuestros
sentimientos y nuestra voluntad. Son
gracias que el
Señor nos concede por medio de la oración o, incluso, a través de nuestra vida
ordinaria. Podemos y debemos pedir a Dios en nuestras oraciones que nos mueva
el corazón, que nos ilumine la inteligencia, que nos ayude a discernir lo mejor
para nosotros en el aquí y ahora de nuestras vidas. ¿Necesitas un empleo? ¿No
sabes qué camino tomar? Pídele al Señor que te ilumine. Sé dócil a sus mociones
y observa, con fineza interior, los signos interiores que Él, en su
generosidad, te pueda estar mandando. ¿Necesitas saber si ésta es la mujer o el
hombre de tu vida, si ésta es o no tu vocación? Pídele al Señor. Con confianza.
Somos sus hijos.
Además de los
signos interiores (que pueden variar de persona a persona, según la gracia que
Dios, en su liberalidad, nos concede), existen también los así llamados signos
exteriores. Éstos también implican atención
y fineza
interior. El Señor nos puede hablar por medio de un paisaje, por objetos muy
concretos, por frases oídas en la calle, por encuentros inesperados con
personas determinadas, entre otras muchas cosas. Lo más común es que el Señor
nos ofrezca algún signo a través de nuestros amigos y familiares más cercanos,
a través de personas (mediadores) con más experiencia espiritual que la
nuestra, por medio de un Director espiritual, por ejemplo. Para una persona,
“despierta” espiritualmente, todo puede ser una ocasión para que Dios se
manifieste. Incluso en situaciones inesperadas, como por ejemplo, una horrible
pelea en un ataque de ira, de una situación de caída en algún pecado grave,
pueden ser ocasión para que el Señor nos enseñe algo que facilite nuestro
inmediato discernimiento.
El Señor siempre
se quiere comunicar contigo. ¿Estás atento a los signos con los que Él te habla?
Detente a pensar unos momentos en tu día y pídele al Señor su luz, para poder
ver su acción en tu vida.
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