SABER LIMPIAR CON EL
TESTIMONIO DE PALABRA Y VIDA
Por
eso explica Jesús que lo primero que tenemos que reparar y perfeccionar es
nuestro modo de mirar y de juzgar. La comparación que usa es bien clara: me
tengo que sacar primero la viga de mi ojo antes de pretender sacar la brizna de
hierba del ojo de mi hermano. El Papa Francisco insiste a menudo en la sana
costumbre de “acusarse uno mismo, en vez de (o antes) de acusar a los
demás".
Hay
que revisar esa seguridad de que tenemos razón y que todo lo tenemos claro
porque nos condicionan muchas voces, que serían como vigas que lo tapan y
deforman todo. Por eso, hay que empezar por detectar en mí los afectos, las
ideas, los prejuicios, las vendas que pueden cegar o hacer que mi juicio sea
equivocado. No podemos encontrar o
discernir el bien y la verdad si, por ejemplo, nos encastillamos en nuestras
ideas y posturas previas, en los nuestros, en los que piensan y son como yo (la
polarización tan extendida últimamente, la cerrazón, la rigidez). Así no hay
discernimiento ni acompañamiento que valga, puesto que somos seres de
encuentro, para tener puentes, facilitar diálogos y acuerdos, relativizar
posturas cerradas...
Como
tampoco podemos buscar la voluntad de
Dios si sólo tenemos en cuenta nuestro bien particular, nuestros gustos y
conveniencias, perdiendo de vista o ignorando a los otros, a los que están peor
(esos «bienaventurados»...).
Por
último, el Maestro presenta el criterio de los frutos. Cada árbol se reconoce
por su fruto. No por los bellos ramajes, o por su tamaño, o porque adorna y
queda bien. Los higos o los racimos no brotan de cualquier árbol. Si el corazón
va sacando el bien, la bondad, el perdón, la solidaridad, la generosidad, la
paz, la justicia, la dignidad, el respeto... querrá decir que estamos en el
camino correcto. Y se notará hasta en las palabras que salgan de nuestra boca.
Concluyendo:
+ Primero es
necesaria la guía y la acción del Espíritu y el empeño de buscar en nuestra
vida la voluntad de Dios. En esto no podemos quedarnos atascados: «ya soy
bueno», o «no sé qué más debiera hacer».
+ Segundo, son
mas necesarios que nunca auténticos maestros de vida que nos ayuden a caminar y
a seguir dando fruto incluso en la vejez, estando lozanos y frondosos (así nos
ha dicho el Salmo).
+ Tercero: coger
la grúa y empezar a quitar tantas vigas de en medio que nos tapan la mirada.
+ Y cuarto: Los
frutos. Son lo que vale. No los discursos ni las palabras.
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