Pbro. Angel Yván Rodríguez Pineda
Coherentes con nuestra fe
No es fácil ser
coherente con uno mismo, y edulcoramos con argumentos de todo tipo esas alertas
que nos indican que no estamos obrando bien.
En el texto de Macabeos se identifican dos enemigos a
esta fidelidad a la Ley que Dios le había dado al pueblo de Israel: unos
israelitas apóstatas que convencieron a muchos de la conveniencia de adoptar
costumbres y usos paganos; y el rey, que decretó la imposición de las mismas y
la persecución a quienes permanecían fieles a la Ley de Dios.
¿Somos coherentes con el Evangelio que profesamos? El
amor, la justicia, el perdón, la fraternidad, la compasión, la piedad incluso,
se pueden quedar en términos huecos, si no los hacemos realidad con acciones
concretas en el día a día..
Re-conocer a Jesús
(Lc.18,35-43)
El texto en los que describe la escena, hay un primer plano amplio, es el camino de entrada a
la ciudad de Jericó. Por allí pasa Jesús, quienes van con él y la gente que se
va acercando. Y, en una orilla de ese camino, está un hombre ciego que será el
que identifique que aquel “Jesús Nazareno” que les dicen que pasa es “Jesús,
hijo de David”. Sabe que es el mesías esperado y le grita implorando su
compasión. Jesús se sabe reconocido y se
para.
Y viene un
segundo plano, corto, cercano, de tú a tú, con Jesús y el hombre. “¿Qué
quieres que haga por ti?”. “Señor, que vea otra vez”. “Recobra la vista, tu fe
te ha curado”. Es precioso e impresionante a la vez. El ciego le reconoce como
el Señor, ve quién es Jesús. Y Jesús se acerca a él con un respeto inmenso y
esa pregunta que parece hacernos a todos: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Nos
puede llevar toda la vida descubrir la respuesta, pero es la invitación del
evangelio que hoy nos hace. ¿Qué es para mí hoy “ver otra vez”? Estamos de
vuelta de tantas cosas, deseos, ilusiones, ideales frustrados… ¿Estoy dispuesto
a “ver otra vez”, a volver a ilusionarme, comprometerme, entregarme…con esa
ingenuidad en la mirada y limpieza de corazón, con generosidad?
Termina el relato con un plano amplio, “Y todo el
pueblo, al ver esto, alababa a Dios”. Con nuestra vida testimoniamos aquello en
lo que creemos. El encuentro con Jesús nos transforma y los demás son testigos
de ello. No es algo privado y personal, repercute, tiene efectos. Todo contagia
y tiene una repercusión, también la fe. Descubrir a Jesús y confesarle, dejar
que me transforme y seguirle, provoca, más allá de la extrañeza, la alabanza y
el reconocimiento de los otros hacia Dios.
Hoy celebramos la fiesta de San Alberto Magno, un gran
visionario en la Iglesia y para el mundo. Es un hombre sabio, buscador de la
verdad en la teología y las ciencias, y un hombre íntegro en la fe y la
vida. Un hombre que convirtió su vida en
una búsqueda constante de ese conocimiento profundo de Dios.
AYROP/151121
No hay comentarios:
Publicar un comentario