AL INICIAR LA CUARESMA
¿HACEMOS BALANCE? ¿LO
INTENTAMOS?
Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
Comenzamos hoy este
tiempo que, con los soportes de la oración, la limosna o el ayuno, nos
trasladará a la alegría de la Pascua. Conscientes de que en muchas ocasiones
vivimos alejados de Dios, (somos como el polvo que se derrama hoy en nuestras
cabezas; volátil y a veces invisibles) queremos recuperar la fuerza de nuestro
creer y, sobre todo, asentar nuestra existencia en Cristo y con Cristo.
Hoy
al recibir la ceniza nos van a decir: “conviértete
y cree en el Evangelio”. Conviértete al amor y cree en esa doctrina de
amor que Jesús nos enseñó y el Padre refrenda.
--Vamos a reencaminar nuestras vidas por el camino de la
exigencia, austeridad, recortar gastos inútiles. Pero con un fin: podemos
ayudar más a los demás.
--Vamos a recortar nuestro tiempo para tener más tiempo
a los demás.
--Vamos a dar y darnos: dar cariño, alegría, oídos, compasión,
compañía, ayuda económica al que la necesita.
Intentemos en el tiempo de cuaresma
hacer el siguiente balance o al menos intentarlo:
1.- En nuestra vida de oración:
Desgraciadamente
la cuaresma en la vida de muchos católicos ha perdido el “oremus”. Mucha fuerza
en el carnaval y tal vez ninguna ruptura o contraste al día siguiente. ¿Seremos
capaces de romper con el ruido que nos aturde? ¿Daremos el paso del disfraz de
la mentira o de la incoherencia al traje de la verdad y de la sinceridad?
¿Ofreceremos algún tipo de sacrificio (vigilia solidaria, abstinencia o
caridad) por aquellos más desfavorecidos de nuestra sociedad?
La
Cuaresma es esa escalera que nos posibilita llegar con aires nuevos a la
Pascua. Es esa herramienta que nos convierte en amigos más auténticos de Jesús.
Es ese tiempo donde la Palabra de Dios ha de sonar con especial intensidad,
diariamente y como pauta de nuestra conducta. ¿Somos cristianos de Palabra o
sólo hombres de palabrería? ¿Atentos a la voluntad de Dios o pendientes del
cuchicheo mundano?
2.´Control de nuestro pulso espiritual:
Toda
empresa, al final de año, hace un balance de su movimiento económico. También
nosotros, como seguidores de Jesús, en este tiempo cuaresmal tenemos una gran
oportunidad de controlar nuestro pulso espiritual. De revisar nuestra
pertenencia a la Iglesia. De mirarnos hacia dentro y sacar conclusiones
prácticas:
-Aunque me parezca estar en el camino de Dios, puede que sólo me
encuentre en el mío.
-Aunque me sienta seguro de mí mismo, puede que esté más débil que nunca
-Aunque crea que es
imposible mudar de ciertos aspectos que no
me gustan de mi persona, con la ayuda de Dios y mirando a la cruz, puedo
conseguirlo
-Aunque crea que comparto
algo o mucho de lo que tengo, alguien
reclama mi ayuda, mi atención, mi mano para seguir adelante. Nunca es
suficiente.
-Aunque aparentemente
parezca buen cristiano, el Evangelio, me
recuerda que existe mucha distancia entre lo que oigo y hago.
3.- Nuestra confianza en Dios:
Reafirmemos
en estos 40 días nuestra confianza en Dios. No nos dejemos seducir ni engañar
por cantos de sirena. Ni la Iglesia es tan mediocre como algunos la venden o la
presentan, ni tan santa como Cristo y nosotros mismos quisiéramos. Que sea un
tiempo que nos empuje y nos lance, sin temor ni temblor, a conocer más todavía
a ese Cristo que en la cruz fue exponente en tono mayor del inmenso amor que
Dios nos tiene. Que sea un paso adelante en la vivencia y conocimiento de
nuestra fe. Recientemente el Papa Francisco nos recordaba que “aquí nadie se
salva sólo; Cristo no ha venido para enseñarnos buenos modales sino para
salvarnos.” Que eso, la salvación que Cristo nos propone, sea precisamente el
fruto de esta Santa Cuaresma. ¿Siente necesidad el mundo que nos rodea de la
salvación? ¿No vivimos mejor –según algunos- perdidos en un horizonte incierto,
sin valores, sin Dios y sin más referencia que el propio hombre?
4.- Vivir la cuaresma con Espíritu peregrinante:
Vivamos
la Santa Cuaresma. Agarremos cada uno de nosotros nuestra propia cruz y, en uno
de sus maderos, vayamos escribiendo nuestras conquistas personales (menos
televisión, menos internet, menos vida fácil, menos vicio….) y en el otro que
sea Dios quien con su Palabra, la Eucaristía de cada día, la limosna, la
oración y la contemplación nos recuerde que, nuestra vida, está llamada a ser
rescatada por su presencia radical y cruenta en la cruz. ¡Adelante! ¡La Pascua
nos aguarda!
5. Sacramento de la Reconciliación
Alegría cristiana:
Exigencia de conversión y de reconciliación.
Las dos cosas se nos reclaman para nuestra inmediata preparación y celebración
de la Pascua de este año y para la salvación eterna. Se nos pide hacerlo
modestamente. No se trata de acudir a campañas, carteles, ni festivales que lo
promuevan. Es una labor artesanal que cada uno debe llevar a cabo dentro de sí
mismo. Acudiendo con frecuencia y conciencia al Sacramento de la Reconciliación.
Y además con alegría, nada de caras agrias. Nuestra actualidad nos pide a los cristianos
más que la autenticidad de nuestra Fe, el testimonio de que los que la tenemos
somos felices. En un mundo que sufre la epidemia del desencanto, la carencia de
esperanza y la visión borrosa de un futuro que no le entusiasma, el cristiano
debe contagiar su alegría. Estando dispuestos en todo momento a afirmar que es
consecuencia de nuestra Fe.
La
simpatía tal vez no podamos tenerla todos, además de en este caso ser virtud,
se sustenta sobre un don natural que no todos poseemos. Es suficiente con la
amabilidad, con la buena educación, con la gentileza. Desde esta realidad hay
que rellenar la vida de generosidad.
6. Sentido de gratitud en
el diario vivir:
Cada noche, antes de dormir, debemos descubrir
y agradecer el bien que Dios nos ha hecho durante la jornada y examinarnos
luego de las buenas obras que con los que nos hemos relacionado y practicado
nosotros, como respuesta a la bondad del Señor. Nobleza obliga, decimos y es lo
que toca, si queremos ser coherentes.