miércoles, 2 de mayo de 2012

María: Respuesta Perfecta al Amor de Dios





MARÍA: RESPUESTA PERFECTA AL AMOR DE DIOS

Pbro. Angel Yván Rodríguez Pineda








            A la luz de la Anunciación, se pueden ir recorriendo los demás misterios de María, pasando por la cruz, hasta la resurrección, la Iglesia, la Asunción. En ellos se describe el itinerario que Dios ha hecho recorrer a una persona a la que ha comunicado su vida.
            María es  una simple criatura, a la que se le ha comunicado el conocimiento de Dios; y a partir de eso no cesa de avanzar y buscar en eso nuevas etapas. Como el salmista, puede también ella decir: ¡Descúbreme tus caminos! O como la esposa de los Cantares (2,16 a 3,5): ¡Vuelve! El amado se ha entregado a ella, pero ella no le guarda de otro modo que siguiéndole buscando: es de noche, está sola, le busca; recorre las calles y las plazas y no le encuentra.  Los místicos, entre ellos San Juan de la Cruz, han descrito, sirviéndose de estas imágenes, este incesante caminar de la Bienaventurada Virgen María.
            La vida en Nazaret, es la vida en el quehacer cotidiano, es lo humano, lo natural, donde debe buscarse a Dios en primer lugar. Nada trasparenta el misterio que encierra. Esta es la vida de la Iglesia en humildad, no como se manifiesta a través de los apóstoles (vida pública), sino como vive su existencia diaria a través de los creyentes. Simplemente existe. El Espíritu late en ella en esta forma escondida. Algo se desprende de ella que nos transforma, sin que nada se note. Es la cualidad descrita en la carta a los Hebreos capítulo once, que hemos recibido con la existencia y vivimos en la fe. (Heb.11).
            Este vivir cotidiano no es rutinario, porque se vive en presencia del Padre y en el Espíritu Santo. Algo se va realizando secretamente bajo la acción de la Palabra que es “como lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el día comience a clarear” (2 P 1,19). Es el tiempo de la espera. Es un caminar en la noche bajo la luz de la fe. Es la presencia continua de lo que verdaderamente es. Abre tus ojos. Esta ley “no está más allá de tus posibilidades ni fuera de tu alcance…., está muy cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que las pongas en práctica” (Dt 30,11-14).
            La virginidad es el clima en que María vive su propio misterio. No por ignorancia o por temor a la naturaleza del hombre y la mujer. Sí así fuese ¿qué sentido tendría su matrimonio con José? Lo que aquí hubo fue una decisión libre de su corazón, según la palabra de Cristo (Mt 19,10-11), consecuencia de la presencia del Reino de los cielos.
            La virginidad que vive María es signo de que ya se ha cumplido el Reino de los cielos. Como si en ella el amor que hay en el corazón de toda persona tendiese no sólo a personalizarse, sino a universalizarse. En Cristo Jesús, dice San Pablo, ya no hay varón ni mujer, ni judío, ni griego, ni esclavo, ni libre (Col 3,11. Gal 3. 28). Lo que equivale a decir: en Cristo ya no hay más que seres libres, que consienten en el amor  que mutuamente se otorgan. La humanidad –hombre y mujer a la vez- ha llegado a la plenitud de su madurez.
            Todo verdadero amor tiende a virginizarse  (Teilhard). Lo importante en esta materia no es tanto la realidad carnal como la tensión del corazón que se dirige a Dios y deja que en él se desarrolle todo amor. “Solo aquella alma es verdaderamente casta, cuando  se dirige hacia Dios incesantemente” (San Basilio).
            Que el Sí incondicional de la Virgen María a los planes de Dios, sea nuestro mejor modelo a seguir en la extensión de los valores del reinado de Dios en nuestros campos apostólicos que nos tocan vivir.

           
            

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