MARÍA:
RESPUESTA PERFECTA AL AMOR DE DIOS
Pbro.
Angel Yván Rodríguez Pineda
A la
luz de la Anunciación, se pueden ir recorriendo los demás misterios de María,
pasando por la cruz, hasta la resurrección, la Iglesia, la Asunción. En ellos
se describe el itinerario que Dios ha hecho recorrer a una persona a la que ha
comunicado su vida.
María
es una simple criatura, a la que se le
ha comunicado el conocimiento de Dios; y a partir de eso no cesa de avanzar y
buscar en eso nuevas etapas. Como el salmista, puede también ella decir: ¡Descúbreme
tus caminos! O como la esposa de los Cantares (2,16 a 3,5): ¡Vuelve! El amado
se ha entregado a ella, pero ella no le guarda de otro modo que siguiéndole
buscando: es de noche, está sola, le busca; recorre las calles y las plazas y
no le encuentra. Los místicos, entre
ellos San Juan de la Cruz, han descrito, sirviéndose de estas imágenes, este incesante
caminar de la Bienaventurada Virgen María.
La vida
en Nazaret, es la vida en el quehacer cotidiano, es lo humano, lo natural,
donde debe buscarse a Dios en primer lugar. Nada trasparenta el misterio que
encierra. Esta es la vida de la Iglesia en humildad, no como se manifiesta a
través de los apóstoles (vida pública), sino como vive su existencia diaria a
través de los creyentes. Simplemente existe. El Espíritu late en ella en esta
forma escondida. Algo se desprende de ella que nos transforma, sin que nada se
note. Es la cualidad descrita en la carta a los Hebreos capítulo once, que
hemos recibido con la existencia y vivimos en la fe. (Heb.11).
Este
vivir cotidiano no es rutinario, porque se vive en presencia del Padre y en el
Espíritu Santo. Algo se va realizando secretamente bajo la acción de la Palabra
que es “como lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el día comience a
clarear” (2 P 1,19). Es el tiempo de la espera. Es un caminar en la noche bajo
la luz de la fe. Es la presencia continua de lo que verdaderamente es. Abre tus
ojos. Esta ley “no está más allá de tus posibilidades ni fuera de tu alcance….,
está muy cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que las pongas en
práctica” (Dt 30,11-14).
La
virginidad es el clima en que María vive su propio misterio. No por ignorancia
o por temor a la naturaleza del hombre y la mujer. Sí así fuese ¿qué sentido
tendría su matrimonio con José? Lo que aquí hubo fue una decisión libre de su
corazón, según la palabra de Cristo (Mt 19,10-11), consecuencia de la presencia
del Reino de los cielos.
La virginidad
que vive María es signo de que ya se ha cumplido el Reino de los cielos. Como
si en ella el amor que hay en el corazón de toda persona tendiese no sólo a
personalizarse, sino a universalizarse. En Cristo Jesús, dice San Pablo, ya no
hay varón ni mujer, ni judío, ni griego, ni esclavo, ni libre (Col 3,11. Gal 3.
28). Lo que equivale a decir: en Cristo ya no hay más que seres libres, que consienten
en el amor que mutuamente se otorgan. La
humanidad –hombre y mujer a la vez- ha llegado a la plenitud de su madurez.
Todo
verdadero amor tiende a virginizarse (Teilhard). Lo importante en esta materia no
es tanto la realidad carnal como la tensión del corazón que se dirige a Dios y
deja que en él se desarrolle todo amor. “Solo aquella alma es verdaderamente
casta, cuando se dirige hacia Dios
incesantemente” (San Basilio).
Que
el Sí incondicional de la Virgen María a los planes de Dios, sea nuestro mejor
modelo a seguir en la extensión de los valores del reinado de Dios en nuestros
campos apostólicos que nos tocan vivir.
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