lunes, 19 de diciembre de 2011

¿Por qué Jesús se hace hijo de mujer?



¿POR QUÉ JESÚS SE HACE HIJO DE MUJER?

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda



           
El apóstol San Pablo nos entrega, en su carta a los Gálatas, uno de los mejores fundamentos bíblicos de la Maternidad espiritual y universal de María. Cristo nace de Mujer. Cristo, el Hijo de Dios, nace súbdito de la ley. Al nacer de María, el Hijo de Dios se inserta en la historia de la Salvación. Es solidario con los judíos, es solidario con toda la raza humana. ¿Por qué se sujeta a la ley? Para “librarnos”. ¿Por qué se hace Hijo de Mujer? Para darnos la filiación de la divinidad. Para que seamos llamados “hijos de Dios”. ¡Y lo seamos! (1Jn 3,1). No somos esclavos, somos hijos; somos “herederos por gracia de Dios”. Cristo es el Señor, el nacido de Mujer. Cristo es el fruto de María. María ha gestado la Palabra de Dios en su seno;  por obra del mismo Espíritu María ha sido hecha Madre de Dios.

Cristo es el don de María. La promesa de Dios de darnos un Redentor se cumple en Cristo Jesús. Dios nos envía al Mesías y María nos lo entrega. En Belén, en Nazaret, en el Calvario. María nos dio al Mesías prometido y esperado. María lo gestó en su seno, pero continuó ejerciendo su oficio de Madre mientras “el niño crecía”. Jesús tuvo que ser criado y educado por su Madre. Sus cualidades humanas y su carácter se formaron influenciados por las virtudes de su Madre. La participación maternal en las virtudes del Señor ha debido de ser grande. Si los rasgos de la madre se reconocen en el hijo, los rasgos de Jesús nos llevaran a conocer los de María. La tarea de María, la Madre de Dios, fue continua. El Hijo de Dios, “nacido de mujer” recibió la formación humana de María, la Madre de Dios. Toda la actividad de María, todo su ser, redunda en beneficio de su hijo. Como Madre, adaptaba constantemente sus expresiones maternales a los pensamientos, deseos, sentimientos y obras de Cristo con respecto a nuestra salvación. 

La Mujer, de quien es Hijo este Hermano nuestro, es también nuestra Madre. Si somos hijos de Dios en Cristo, somos a la vez hijos de María en Cristo. En el designio de Dios, Jesús, era no sólo el Unigénito del Padre (Jn 3,16), sino también el Primogénito entre muchos Hermanos (Rm 8, 29). Él estaba destinado a ser la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia (Col.1, 18). María es, por eso mismo, la Madre de la Iglesia, la Madre del Cristo total.

La presencia de María al pie de la Cruz tiene un significado especial: es el momento en que, en medio de los dolores difícilmente imaginables, fuimos dados a luz por María. Somos, pues, en el sentido más hondo y comprometedor del término, “Hijos de María”. De nuestra filiación mariana se desprende, entre otras muchas cosas, lo siguiente: - como hijos debemos parecernos a nuestra Madre; -debemos copiar en nosotros los rasgos fundamentales que configuran la personalidad de nuestra Madre: Fe íntegra, esperanza sólida, caridad sincera; -debemos ser prolongación de María en la aceptación apostólica; - hacer, por nuestra forma de vivir, que el mundo conozca a Jesús.

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