PROCLAMEMOS LAS HAZAÑAS DEL SEÑOR
Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
EL CAMINO. Jesús se despide de los suyos. Ellos son los que creen en Él. La fe es el lazo principal de relación. La fe y el amor. En la despedida les pide nuevamente fe. “Creed en mí”. Lo esencial es la fe en Jesús-Mesías Hijo de Dios. La despedida de Jesús reviste características esenciales. Les dice a los suyos que su separación no será larga, no será definitiva. Él se va, pero se queda. El marcha pero estará siempre presente entre los suyos. Él se adelante para que nosotros vayamos pos de él. El se adelanta para enseñar el camino. Más aun, él es el Camino. Él es el que marca el Camino. Él va delante. Él es el primero de la fila y señala la ruta. “Señor muéstranos el camino y nos basta”. La pregunta y la búsqueda de Felipe. El no conocía el camino. Nosotros sí. Nosotros sabemos que el Camino es Cristo. Debemos mirar adelante y arriba. Debemos mirar a Cristo. Fuera de Él sólo puede rodarse hacia el abismo. Cristo es el Camino que nos señala el acceso a Dios. Cristo es el camino porque es el único Mediador ante el Padre.
LA VERDAD. En el discurso de despedida, Cristo habla de la Verdad. No está hablando de una doctrina. No está realizando una intelectualización. Está afirmando que Él es la Verdad. Él es la Verdad para atraer a muchos. Cristo es la Verdad que Dios quiere realizar en última instancia entre los hombres. La Eucaristía es la expresión acabada del culto en la misma fe. Fe en Cristo Jesús-Verdad. Creemos en la presencia real de Cristo. Descubrimos la presencia de Cristo-Verdad. Y en ese descubrir su presencia, descubrimos también la amistad con Cristo-Verdad y el poder extraordinario de su atractivo. Cristo es verdad porque es la revelación exacta del Padre. La revelación completa. Cristo es la Verdad porque es la Palabra.
LA VIDA. La Vida y Jesús son la misma cosa. La Vida se identifica con Jesús. Sólo por Jesús podemos alcanzar la vida. El mismo ha venido para que tengamos vida. El nos entrega su Vida no sólo para rescatarnos del pecado y la muerte, sino para permanecer en nosotros. San Pablo lo expresó con perfección. “No soy yo quien vivo. Es Cristo quien vive en mí”. Y en otra oportunidad decía: “ Mi vivir es Cristo”¿ Pero en qué consiste esa vida? La vida única de Dios consiste en conocerse y amarse a sí mismo y, por lo tanto, en gozar de sí mismo. Esa es la vida que Dios comunica por Jesús. Salvarse es llegar a conocer y amar a Dios sobrenaturalmente. Para ello Dios nos da la fe, la esperanza y la caridad. Virtudes teologales que debemos pedir y cultivar a diario. Cristo es Vida porque, a partir de él, puede el hombre participar de la comunión con Dios vivo. Eso es también la Eucaristía.
El reconocer a Cristo como Camino, Verdad, y Vida, persigue un objetivo en el crecimiento de nuestra vida espiritual y compromiso apostólico: “Que proclamemos las enseñanzas del Señor”. El ha hecho maravillas en nosotros y debemos testimoniarlo en nuestra adhesión y fidelidad, con nuestro reconocimiento y gratitud. El ha sido y es generoso con nosotros, no corresponde hoy expresar la bondad que nos brinda el Señor. Nuestra vida debe ser una permanente acción de gracias al Señor. Hay que proclamar las hazañas de Cristo ofreciéndose como hostias espirituales, hostias santas a gloria del Padre. Así nos lo recuerda el Concilio: “Todas las obras ( del bautizado), preces, proyectos de apostolado, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, si se realiza en el Espíritu, y más aún las penas de la vida pacientemente soportadas, se convierten en hostias espirituales, gratas a Dios por Jesucristo que en la Celebración de la Eucaristía, con la oblación del Cuerpo del Señor, se ofrecen al Padre” (LG 34). Por eso debemos ofrecer a Dios nuestras obras y nuestras penas; nuestras persona y proyectos, nuestras esperanzas y esfuerzos.
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