EN DEFENSA DE LA VIDA HUMANA
1. Introducción general
Si nos damos un paseo rápido por cada uno de los contextos ambientales de nuestra sociedad, podemos afirmar que lo que parece un río de sangre atraviesa gran parte de la humanidad. En todos los ambientes culturales actuales el asesinato es considerado un delito, sin embargo, éste hoy se comete de un modo expreso o en ocasiones camuflado con una rebuscada justificación. Atentar contra la vida logra cada día un avance histórico mayor y que al parecer se hace indetenible, aupado por la vorágine de técnicas, por la existencia de grupos adversos al valor de la vida, por una clara tendencia al relativismo moral y por el desarrollo de una mentalidad selectiva, entre otras causas.
Ante esta avanzada de la cultura de la muerte frente al valor de la vida, podemos afirmar que el problema no radica en la falta de prescripciones morales y legales que defiendan el valor de la vida, sino en la asunción plena en la conciencia por parte de cada individuo al momento de entender, vivir y demostrar que la vida humana en cuanto tal es un valor absoluto inviolable. Por tanto no vale tanto decir que estamos a favor de la defensa de la vida, sino que cada día se nos exige más dar muestras reales de que defendemos a ultranza la vida desde la concepción hasta el último acto plenamente humano, el cual es la muerte digna.
En nuestro siglo debe recobrar valor la persona humana en cuanto a su dignidad y desarrollo integral. La defensa de la persona humana no debería estar mediatizada por ideologías egoístas o tendencias particulares, justificaciones médicas o cualquier otra medianía que coloque el derecho fundamental de la vida en un segundo plano. Existen sectores sociales, parlamentos políticos en plenos, ideologías y tendencias sociales que al parecer no saben, o mejor dicho no quieren saber, qué es lo que constituye a la persona humana, su dignidad y el valor de la vida.
Sin querer ser negativo sino real ante el planteamiento de la defensa de la vida, constatamos que en nuestro tiempo, en el desarrollo de nuestra cultura, en nuestro ambiente local, la conciencia individual y social sigue considerando la vida humana como un valor sagrado; sin embargo, ésta sufre una especie de “eclipse”. De este modo, se puede constatar una doble vivencia del criterio moral, en cuanto al conocimiento del precepto no matarás y la praxis adversa y relativista de justificar una actuación contraria a la vida como es el caso del aborto, la experimentación con embriones, la eutanasia, la clonación y muchas otras evidencias más que con ligereza de criterios están, impuestas en las mentes y criterios de vida de la sociedad actual.
El eclipse del valor de la vida nos ha conducido a la presencia de la “cultura de la muerte”, hasta se ha llegado hablar en la actualidad de una especie de “conjura contra la vida”, lo cual no significa sólo el desprecio a la vida humana, sino también aceptación de prácticas que con el pretexto del progreso científico o médico, reducen en realidad la vida humana a simple material biológico, como es el caso de los embriones congelados para la experimentación, la utilización de las células madres, la clonación y un sin fin de prácticas de experimentación que han reducido el valor de la vida humana al mínimo de un “ratón de laboratorio”, sólo útil para la experimentación.
Por otra parte, ante el valor de la vida se ha ido difundiendo una mentalidad “eugenésica”, la cual conduce a acoger la vida humana sólo en determinadas condiciones y rechazar la limitación, la malformación congénita, la minusvalidez; o bien se llega a negar los cuidados más elementales a los niños nacidos con deficiencias, a legitimar el aborto y el infanticidio o bien una actitud “eutanásica” ante los enfermos incurables y moribundos, cuyo sufrimiento se ha convertido en el mal por excelencia que hay que eliminar a toda costa.
Entre las causas de esta crisis cultural del valor de la vida, podemos mencionar las siguientes:
Un enfoque positivista de la vida humana.
El hedonismo egoísta y utilitarista de la sociedad actual.
La mala comprensión de la sociedad actual desde la clave de una subjetividad expresa.
Un cierto prometeísmo en el hombre actual que juega con Dios.
La justificación de una ciencia sin conciencia del valor absoluto y respeto de la vida humana.
La existencia de un ateísmo práctico, que aun sabiendo que Dios existe se vive la vida como si no existiera.
Pérdida del sentido de lo que es el hombre en su dignidad integral.
El secularismo imperante en nuestros sistemas de gobiernos.
Supuesta responsabilidad de la religión de la culpa del ancestral desprecio a la vida.
Ante este preámbulo introductorio del tema de la defensa de la vida, es necesario que hagamos un breve recorrido por las Sagradas Escrituras y el Magisterio, focalizando algunas conceptualizaciones que nos aclaren más en cuanto al tema en estudio.
2. La defensa de la vida en la Sagrada Escritura
a) “El precepto no matarás”
Las páginas de la Escritura destacan la preocupación de defender la vida humana siempre amenazada. En toda legislatura sagrada del Antiguo Testamento, posiblemente en épocas muy primitivas, se prohibía matar al “otro”, porque en realidad no era tan “otro” como parecía: se trataba de defender la propia sangre y el propio clan. Sólo lentamente se irá descubriendo que cualquier “otro” por muy lejano que fuera, era en realidad un hermano.
En este punto están plenamente de acuerdo el judaísmo y el cristianismo: “El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26), como fruto de la atención minuciosa, deliberada y complaciente de Dios (Gn 2,7 ).
La vida humana brota del soplo divino: del mismo “Espíritu” de Dios. Su aliento mantiene el aliento humano.
En la Sagrada Escritura queda claro el rechazo al fratricidio (Gn 4,8; Jn 3,12). La Biblia recuerda oportunamente que el mismo Dios, que no aprueba el asesinato de Abel, pone al mismo tiempo una señal sobre Caín para defender su vida de las posibles venganzas tribales (Gn 4,15). Este pasaje demuestra el gesto continuo de la Sagrada Escritura a la orientación hacia la condena de la venganza de sangre.
b) “Libra a los que son llevados a la muerte”
En los libros proféticos la intensidad en la defensa de la vida humana llega a su máximo esplendor.
Ya el profeta Amós llamaba la atención a las tribus amonitas por el crimen de “haber reventado a las mujeres encintas de Galaad, con el fin de ensanchar su propio territorio (Am 1,13).
Los profetas subrayan la continuidad de la protección de Dios a la vida. Aludiendo a la temprana vocación de los llamados, parecen afirmar la dignidad humana desde el momento de la concepción: “Yavé desde el seno materno me llamó, desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre”, dice el profeta Isaías (Is 49.1). Idéntica profecía la formula Jeremías en el capítulo uno, verso cinco: “Antes de haberme formado en el seno materno, te conocía, y antes que tú nacieses te había consagrado”.
La misma convicción de que la vida humana ha sido plasmada por las manos de Dios ya en el seno materno le sirve a Job para pleitear con Dios que parece abandonarlo cuando sus amigos le acusan de pecado: “Tus manos me formaron, me plasmaron, ¡y luego, en arrebato me quieres destruir! Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme. Luego con la vida me agraciaste y tu solicitud cuidó mi aliento” (Job 10, 10-12; Cf. Sal 22, 10-11).
Desde estas referencias vemos cómo el pueblo estaba de sobra convencido del valor de la vida en cuanto a su procedencia y último fin. Con el profetismo sólo se pretende hacer del valor de la vida algo más digno y más amable.
La sabiduría del antiguo Israel produce un efecto en la mentalidad del pueblo: el fomento de una actitud compasiva hacia el condenado injustamente, o bien una postura no violenta aun a la vista de los malhechores que pagan en justicia sus crímenes. Una cosa clara nos deja el profetismo a favor de la vida: Que ella proviene de Dios, y sólo Dios pueda darla o quitarla.
c) “Ve a reconciliarte con tu hermano”
Como en otros tantos pasajes del Nuevo Testamento, Jesús de Nazareth no se limita a repetir los mandamientos o preceptos de la ley de Moisés, sino que los lleva a su plenitud, devolviéndoles su sentido último. En la praxis de Jesús vemos como no sólo basta saberse el precepto “No matarás”, sino que lo remite a superar la cólera contra los hermanos. No basta tampoco con evitar el rencor contra el hermano, había que preguntarse si el hermano podía tener algún motivo para conservar el rencor (Cf Mt 5, 23-24). La fuerza liberadora del Reino ha de originar un cambio de actitudes ante la violencia y la contraviolencia en todas las relaciones humanas.
La coherencia de Jesús en la práctica evangelizadora a favor de la vida, se puede resumir en cuanto él habla del valor y la defensa de la vida en su sentido integral y, a su vez, da ejemplo de amor a la vida. Dedicaba atención a los enfermos. Sus acciones eran el anuncio del reino mesiánico. El pecado y la muerte empezaban a ser vencidos por la reconciliación y la vida. Una vida que siempre trasciende los cálculos, las intenciones y los poderes de los hombres.
Sólo el que va y se reconcilia con su hermano cumple con el mandato de Jesús y su conducta es cristiana. Si no, no.
3. La reflexión Eclesial sobre la vida
Es evidente que el Magisterio de la Iglesia ha estado siempre resguardando el respeto a la dignidad de la vida humana en su sentido integral. De igual modo, el Magisterio ha afirmado que el respeto y la defensa de la vida no se reducen única y simplemente al rechazo al homicidio sino que es preciso evitar todo lo que pueda dañar la calidad de vida y aun la fama de los demás. El precepto bíblico no matarás, es extensible también al bienestar humano en sus derechos fundamentales y a la ayuda necesaria para el desarrollo integral y digno de la vida humana.
a) Concilio Vaticano II:
Los documentos del Concilio Vaticano II se refieren en múltiples ocasiones a la vida humana, entendiendo que cuando lo hacen no se limitan a la pura dimensión físico–corporal sino que su planteamiento va en la unidad psicosomática, con lo cual afirma que la vida humana está llamada a realizarse en el encuentro interpersonal y en la consecución de su fin sobrenatural en Dios.
Si nos detenemos en la Constitución Dogmática Gaudium et Spes, vemos como hay textos iluminadores a favor de la defensa de la vida. Citemos a continuación algunos, entre los muchos existentes:
GS 51: “Tengamos entendido que la vida de los hombres y la misión de trasmitirla no se limita a este mundo, ni puede ser conmensurada y entendida sólo a este nivel, sino que siempre mira al destino eterno de los hombres”.
Los textos conciliares reafirman el deseo de superar cualquier tentación dualista que pueda limitar el valor de la vida sólo a lo temporal; la Iglesia, como Madre y Maestra, reafirma que la defensa de la vida está unida con la vocación celestial, que es la eternidad de la cual proviene la vida.
GS 26. Reafirma el respeto a la vida en su sentido integral. La vida humana merece toda la dedicación de los individuos y de la sociedad en su cuidado, sostenimiento y defensa hasta la muerte, el texto lo expresa con las siguientes palabras: “Es necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana” (GS 26b).
GS 70. Haciendo referencia a la dimensión política social en cuanto a la defensa de la vida nos expone: “Los responsables de las inversiones, de las organizaciones sociales y políticas, tienen la obligación de vigilar con políticas de recta educación y orientación, los medios que provean lo necesario para una vida decente, tanto a los individuos como a las comunidades”.
GS 27. Se constata, de acuerdo con la tradición de la Iglesia, que la vida del hombre se reconoce a sí mismo en los demás con independencia de las exclusiones adjetivales, determinadas por la raza o el sexo, profesión u origen cultural, afiliación política o confesión religiosa. El Concilio inculca el respeto al hombre, de forma que todos sin excepción deban considerar al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar su vida y los medios necesarios para vivirla dignamente.
Teniendo los textos anteriores como referencia constatamos cómo el Concilio excluye todo lo que atenta contra la vida: homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado y camuflado de la experimentación humana.
El Concilio deja claro que todo aquello que violente la integridad de la vida humana, degrada a la civilización humana.
Por otra parte, la doctrina del Concilio no se limita a condenar los atentados contra la vida. En varias y repetidas ocasiones y con talante positivo aplaude la mentalidad y los medios que hacen posible la defensa de la vida humana digna: “Los cristianos junto con todos los que tienen en gran estima a esta comunidad (familiar), se alegran sinceramente de los varios medios que permiten hoy a los hombres avanzar en el fomento de esta comunidad de amor y respeto a la vida (GS 47).
El Concilio reafirma que Dios es el Dios de la vida, la cual debe ser salvaguardada con el máximo cuidado. El aborto y el infanticidio, por lo tanto, son “crímenes abominables”.
La doctrina del Concilio Vaticano II resume su tendencia a favor de la vida en una confesión de fe en que la vida proviene de Dios y sólo a Él le corresponde disponer de ella.
b) El Magisterio posterior al Concilio Vaticano II.
El Catecismo de la Iglesia Católica: fundamenta la dignidad de la persona humana y de su vida en la imagen que es el hombre del Dios creador. El Catecismo reafirma la doctrina del Concilio en cuanto a la verdad del hombre y su dignidad de ser creado por Dios.
En el numeral 356, el Catecismo expresa la razón fundamental de la dignidad humana, diciendo que la dignidad no es sólo de algo, sino de alguien.
A partir del numeral 2258, el Catecismo nos ofrece una explicación del quinto mandamiento del Decálogo con una afirmación del valor y sacralidad de la vida humana.
“La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es el Señor de la vida desde su comienzo hasta su término, nadie en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” ( 2258).
Como podemos observar en el texto citado, la obligación moral del respeto a la vida humana se remite a su principio, pero también a su fin. No se fundamenta sólo en el acto creador de Dios, sino también en la especial relación que media entre el Creador y la criatura. De igual modo el texto afirma la formulación tradicional de oposición a cualquier medio de occisión directa o indirecta al ser humano. Una buena explicación de esta relación entre Dios y el hombre la encontramos en el libro del Eclesiástico (Sir 17, 1-13).
En la visión integral del Catecismo de la Iglesia en cuanto al tema de la defensa de la vida, claramente se exponen temas concretos como:
La legítima defensa.
El homicidio voluntario.
El aborto.
La eutanasia.
El suicidio.
En las encíclicas de Juan Pablo II, el tema de la defensa de la vida ocupa un puesto realmente llamativo. El Sumo Pontífice denuncia con voz profética y clara los fenómenos que atentan contra la vida, como son el subdesarrollo, el terrorismo, la carrera armamentista.
La carta Encíclica Evangelium vitae, publicada el 25/03/1995, está dedicada a exponer el valor y el carácter inviolable de la vida. La carta está estructurada en cuatro partes, siendo sus contenidos los siguientes aspectos:
Primera parte: Evocación de las actuales amenazas a la vida humana.
Segunda parte: Exposición del mensaje cristiano sobre la vida humana, en cuanto creada por Dios, redimida por el Hijo, ungida por el don del Espíritu Santo y confiada a la responsabilidad humana.
Tercera parte: Se expone el contenido de la ley de Dios, resumida en el precepto “no matarás”, con especial referencia a los modernos atentados del aborto y la eutanasia y con una consideración sobre la actitud de la conciencia ante las leyes civiles que promueven la cultura de la muerte.
Cuarta parte: Es la parte más pastoral, y trata de propugnar la cultura de la vida humana, en la que sea posible anunciar, celebrar y servir al evangelio de la vida.
Lo más llamativo de la Encíclica es que no se limita sólo a propugnar la dignidad de la vida biológico-orgánica del cuerpo humano (n. 47), sino que se refiere sobre todo a la vida de la persona humana (nn. 3 y 60).
Otro dato interesante de la Encíclica es que no se limita sólo al planteamiento de la vida personal “natural”, sino que recuerda la vocación a la plenitud de la vida (n. 37), puesto que el hombre está llamado a una plenitud que va más allá de las dimensiones temporales.
Resumiendo las ideas fundamentales de la encíclica las podemos agrupar de la siguiente manera:
La dignidad humana de la persona y su vida.
La consideración de la vida humana como abierta al encuentro con Dios.
La especial solemnidad de la defensa de la vida y la condena contra los atentados modernos que la amenazan ( n. 57).
En su sentido profético la Carta exhorta a formar a las nuevas generaciones en el valor de la vida de modo que sepan y puedan ofrecer un testimonio coherente en medio de una cultura de la muerte.
De igual modo, la Encíclica nos invita a no conformarnos con sólo los pronunciamientos a favor de la vida humana, sino a comprometernos a promover la defensa de la vida en los acontecimientos diarios e individuales, en el esfuerzo por las reformas de las estructuras sociales, económicas, políticas e informativas, con la finalidad de hacer pública la defensa de la vida y la promoción integral del desarrollo humano.
4. La defensa de la vida ante la amenaza de la cultura de la muerte
El tema de la defensa de la vida humana es tan amplio, que es necesario resumir su presentación y abordar unas inquietudes iluminadoras que nos pueden suscitar la clarificación del tema de la defensa de la vida.
a) El principio absoluto de la santidad de toda vida
En primer lugar hay que sostener que el fundamento ineludible de nuestra labor a favor de la vida y de la familia es el principio al cual no podemos renunciar si queremos salvar nuestra cultura de la destrucción total, si queremos salvar la santidad de toda vida humana.
En los cristianos comprometidos el principio de la sacralidad de la vida es evidente, comprensible y defendible. Pero la verdad vivida en nuestro contexto social y político nos confirma que dicho principio no es tan evidente desde la moral vivida.
Nos vemos en la necesidad de confirmar que el principio sagrado de la vida humana es un principio aplicable a todos los seres humanos. Es un principio absoluto. En otras palabras debe ser aplicado a la vida humana en todo tiempo, lugar y circunstancia.
Decir “ser humano” es decir “ser sagrado”. Poseer la vida significa poseer un valioso don, un don inviolable que debe ser defendido sin admitir términos medios. O toda vida humana es sagrada o ninguna lo es. Si no reconocemos que este principio es absoluto, entonces corremos el grave peligro de legalizar o institucionalizar la discriminación de algunos seres humanos, usualmente aquellos que no se pueden defender a sí mismos de alguna agresión. Si no defendemos a toda la vida humana inocente como sagrada en sí misma y con una actitud que no admite componendas, entonces no seremos capaces de defender a nadie. Simplemente aceptaremos una “ética” de la supervivencia del más fuerte y nos acomodaremos a ella.
b) La utilización de armas de destrucción masiva contra el valor de familia y la sociedad
Un segundo tema que conviene abordar es cómo privar a los enemigos de la humanidad de las armas que utilizan para matar niños y destruir el seno de nuestras familias. Frecuentemente en nuestro contexto cultural nos vemos atacados por quienes quieren sembrar antivalores que justifican una sociedad más materialista, hedonista y con signos claro de la muerte. Hoy se constata cómo organismos internacionales dan apoyo económico para promover una cultura de la muerte que fomenta el genocidio y justifica la eutanasia y el aborto, que promueve programas alienadores de una cultura anticoncepcionista. Se aplica una lógica perversa que fomenta un tipo de sociedad antivida y antifamilia.
c) Los instrumentos de alineación de conciencia ante el valor de la vida.
Los programas anticoncepcionistas
El peor efecto de la anticoncepción es el egoísmo que fomenta en la mente y el corazón de la gente. El uso de los anticonceptivos conlleva muchos mensajes que se implantan en los ámbitos más íntimos de la vida de la familia. Los matrimonios comienzan a considerar a los hijos como cargas, eligen estilos de vida que excluyen o minimizan a los hijos. Por otro lado, se estigmatiza y hasta se denigra de las familias numerosas. El divorcio se convierte en algo habitual y se justifica sobre la base de la autorrealización de los padres, sin pensar en el efecto que éste tiene sobre los hijos.
Es imperativo que nos demos cuenta de la conexión entre la anticoncepción y el aborto si es que queremos preservar de la destrucción a nuestros hijos, a nuestras familias y, en última instancia, a nuestras sociedades.
Es urgente que luchemos contra todo tipo de anticoncepción y programa anticonceptivo, dándonos cuenta que son instrumentos de la cultura de la muerte. La anticoncepción y los programas que la promueven no conducen a menos abortos en un país o estado, como falsamente dicen los que promueven la cultura de la muerte, sino al contrario, fomentan más el aborto y la maternidad prematura.
d) Los programas de educación inmoral en nuestras escuelas
Evidentemente el factor educación es un punto certero para formar o deformar las conciencias de nuestras futuras generaciones. La deformación de la conciencia en cuanto al valor objetivo de la sexualidad, de los principios del pudor y la decencia, debe ser combatida para la recuperación de dichos valores.
Lamentablemente, se tiende más a informar que a formar a las futuras generaciones, y dicha información va sembrando la licitud de una vida sexual permisiva y relativista. Se pretende justificar la perversidad del relativismo sexual, acuñando la expresión “derecho a un sexo seguro”. A nuestros jóvenes se le está haciendo un lavado cerebral con una educación sexual inmoral.
Todos los programas de educación sexual actual se fundamentan en una mentalidad antivida y hedonista.
Los cristianos debemos enfrentar la mentalidad anticoncepcionista y la educación sexual inmoral y relativista.
Es necesario que nos involucremos en proyectos de envergadura social, para defender a los miembros más inocentes de nuestra sociedad, como son los niños, y fomentemos una cultura de la vida a través de nuestras familias.
Redescubramos nuestra ética familiar sobre el fundamento del respeto absoluto de toda vida humana y seamos valientes al enfrentar a los enemigos de la vida y la familia, privándoles de la habilidad para hacernos la guerra por medio de la anticoncepción y la educación inmoral en nuestras escuelas oficiales.
e) La experimentación desviada con seres humanos
Fundamentados en el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, reafirmamos que la persona humana posee un dinamismo interior que la impulsa a rechazar el ser tratada como un objeto, como un mero medio y no como un fin.
Es por ello que debemos reaccionar ante cualquier tipo de explotación, manipulación médica directa o indirecta de cualquier ser humano. Toda persona humana debe ser defendida a ultranza de cualquier medio de manipulación y destrucción integral de su dignidad. Perder el sentido original del desarrollo integral de la dignidad de la persona humana conduce a la baja autoestima y a la autodegradación. Por otro lado, tratar a la persona humana como mero medio, sea ya por placer, beneficio de ganancia económica o por cualquier otro motivo, nos degrada como personas y atenta contra nuestra dignidad.
Desde el principio absoluto de la dignidad de la persona humana, debemos reafirmar con toda claridad que la moral, que es la vida en el amor, se fundamenta necesariamente en la dignidad o valor de la persona humana. La dignidad humana es objetiva (existe realmente), de lo cual se colige la necesidad de la defensa de la vida, pues la normativa moral es también objetiva, no relativa. La persona humana en cuanto tal no es autónoma en sus determinaciones morales, sino que ejerce en su comportamiento una autoderminación teónoma, es decir, iluminada siempre en su acción humana por el poder creador de Dios.
Una moral relativista es una contradicción en términos y una incoherencia en el comportamiento humano de la persona. Un tipo de moral relativista, de ausencia de normas y principios, conduce fácilmente a una moral utilitarista, lo cual es una aberración ética, donde se oprime a los indefensos, se excluye a los marginados, los ancianos, los enfermos, los niños no nacidos.
Actualmente se financian investigaciones con células madres de embriones humanos para la cura de enfermedades como parálisis, Alzheimer, cáncer y otras, lo cual evidencia el camino tentador de la ciencia en la utilización del patrimonio biológico de la persona humana en una injustificable ayuda y asistencia médica.
Lamentablemente se ha caído en el error de obtener las células madres mediante el procedimiento de la fecundación in vitro y de embriones congelados. La mayoría muere en este proceso, o el embrión es desechado una vez extraídas las células truncales. Otros factores que agravan la inmoralidad del proceso son la técnica de la masturbación como método de la obtención del semen, la desvinculación de la paternidad, el abandono total del nuevo ser como mercancía del poderío humano y científico y la fría muerte del ser humano a quien se le niega el derecho a vivir.
No debemos descartar que en el ámbito científico se comprueba que las células madres pueden ser obtenidas con éxito a partir de las células nuevas del cordón umbilical y la placenta y de células madres de los adultos. Este proceder no atenta contra la vida de nadie y así la ciencia está al mejor servicio de la humanidad y la persona en su derecho inviolable de la vida. Si esto es una verdad científica, ¿por qué aplicar una ciencia sin conciencia que conduce a la ruina de la persona y la humanidad? Bien sabe la ciencia que la técnica médica no debe sacrificar a nadie.
La inteligencia del ser humano debe siempre confiar en las promesas del Creador al entregarle la creación.
5. Qué es la “cultura de la muerte”
El Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Evangelium Vitae, nos alerta sobre lo que él llama “la libertad perversa del poder humano”, la cual define como aquel tipo de libertad que nos confiere “poder absoluto sobre los demás y en contra de los demás” y de la cual resulta una “cultura de la muerte”.
La preocupación del Santo Padre es que grandes sectores de la opinión pública justifican ciertos crímenes contra la vida en nombre de la libertad. El origen de esta “libertad perversa”, se encuentra en una concepción de la libertad que “exalta” el individualismo aislado de forma absoluta y no da cabida a la solidaridad ni a la apertura y el servicio hacia los demás. En resumen, el Santo Padre está diciendo que cuando un individualismo extremista se interpreta como libertad, el resultado es la cultura de la muerte.
El término de la cultura de la muerte se refiere a una mentalidad, a una manera de ver al ser humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y poderosos.
Nos podemos preguntar ¿qué es lo que promulga la cultura de la muerte? A lo cual podemos responder que con las nuevas perspectivas abiertas al progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito, aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones, como es la consolidación de sectores sociales que justifican algunos atentados contra la vida.
Un rostro encarnado de la cultura de la muerte es la eugenesia, la cual es la reproducción planificada y sistemática de los seres humanos de forma tal que se reproduzcan los que son “superiores” y que no se reproduzcan o que se eliminen los “inferiores”.
La cultura de la muerte se ha valido de una serie de términos que han camuflado la conciencia y el proceder de lo humano en sociedad actual. Con gran fluidez y aceptación hoy se manejan los siguientes términos que amparan una cultura de la muerte. Veamos algunos entre otros existentes:
Salud reproductiva: La cual aboga por el reproducirse lo menos posible. Tal concientización se realiza mediante programas médicos vigentes en nuestras clínicas y hospitales. Se habla con aceptación de la utilidad favorable de los métodos abortivos. El término “reproducción” es algo aplicable a los animales y no a lo humano. El ser humano no se reproduce, sino que procrea.
Programas sociales que pretenden bajar el índice de mortalidad: Se pretende utilizar el control de la natalidad mediante la educación sexual inmoral, la contracepción y la esterilización. Posteriormente será el aborto quirúrgico y químico valiéndose de múltiples resortes de orden público y apoyo económico.
Planificación familiar: Comienza con una mentalización, primeramente de los profesionales de la medicina, y luego una difusión a través de conferencias, centros de enseñanzas y talleres. Se avala el uso de los anticonceptivos y el preservativo, haciendo ver los supuestos beneficios personales y comunitarios.
Efecto antinidatorio: Es un término inventado para no decir matanza de seres humanos en estado embrionario. Es un término que se inventó para explicar el mecanismo de acción del DIU, la píldora y el Norplant, entre otros.
Anticoncepción post-coito: Es el término que avala la famosa píldora del día después, la cual con altas dosis de estrógenos producen contracciones uterinas provocando el aborto.
Interrupción de la gestación: Es la llamada también “terminación de la gestación”, los cuales son términos introducidos en el vocabulario y en la práctica médica para camuflar la verdadera realidad que es un aborto provocado quirúrgicamente por razones eugenésicas y falsamente terapéuticas.
Aborto inducido: Es el aborto provocado quirúrgicamente, aplicado generalmente para niños minusválidos con enfermedades incompatibles con la vida después del nacimiento.
Ligadura: Esterilización femenina por varios métodos, con laparoscopia y con métodos radicales en el ámbito quirúrgico.
Usuarias: Es el nombre que se le da a la mujer que alquila su vientre para la maternidad.
Limpieza uterina: Invento de médicos obstetras negociantes que ocultan el aborto provocado por ellos.
6. Algunas líneas de acción pastoral a favor de la vida
Defender la vida es una auténtica acción social cristiana. Nuestra misión en la vida es ser cristianos buenos y activos, que transformen sus vidas de oración en vidas de oración y acción, teniendo en cuenta las mismísimas palabras de Jesús que dice que aquello que se haga por un hermano se hace por Él.
Tener una postura coherente a favor de la vida no es para nosotros una opción a escoger en medio del mundo actual, sino un imperativo apremiante ante el avance de la cultura de la muerte. Ayudar al indefenso no es sólo un deber cívico o moral: es un deber religioso.
A modo de acción, se debe promover a nivel diocesano, parroquial y grupal los siguientes frentes de acción pastoral:
Crear servicios pastorales en el ámbito formativo que defiendan la Vida desde su inicio hasta su término natural.
Promover la vida en su desarrollo, apoyados en programas que ayuden a la infancia a alcanzar su desarrollo físico, psíquico, intelectual y moral.
Propiciar en nuestras escuelas la formación humano-cristiana en la sexualidad y la familia.
Auspiciar la formación del valor integral de la persona humana a través de talleres, encuentros e intercambios a escala parroquial.
Promover la vida digna en los enfermos, ancianos y minusválidos.
Denunciar toda falta contra los derechos humanos.
Crear en el ámbito diocesano y parroquial comités pro defensa de la vida en los cuales se ore, se defienda y se actúe socialmente a favor de la vida.
Colaborar con todos los programas sociales que promuevan la alimentación, la salud y la educación.
Orientar a las nuevas parejas en el valor de la concepción y su vocación de padres.
Organizar en el ámbito parroquial y comunitario los grupos de agentes pastorales que interrelacionen con los órganos gubernamentales y no gubernamentales a favor de la vida.
Ofrecer atención pastoral de formación cristiana a los grupos médicos existentes en nuestras comunidades.
Pbro. Ángel Yvan Rodríguez Pineda
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