HOMILÍA DE Año NUEVO 2019
SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
Pbro.
Ángel Yvan Rodríguez Pineda
Comenzamos este primer día del año 2019 celebrando, como si
de una promoción comercial se tratase, tres fiestas en una:
La más popular, el comienzo del Año
Nuevo 2019.
La más litúrgica y antigua, Santa María Madre
de Dios.
Y, una tercera celebración que es la que más
compromete nuestra conciencia: la Jornada Mundial de la Paz.
En el comienzo de este año 2019 todos nos deseamos lo mejor.
También los cristianos, en este año que se inicia pedimos la protección de Dios
con una antigua fórmula que el Señor, a través de Moisés, confió a los
sacerdotes para que la pronunciaran sobre el pueblo y que hemos leído en la
Primera Lectura:
"Que
el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti
y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la
paz."
Bellísima oración. Estas palabras no son un simple deseo o
una fórmula ritual de saludo. Es Dios mismo quien ha revelado esta
bendición, con la cual él mismo se dona a su pueblo. Nosotros hoy, en esta
primera misa del año, pedimos "ver el rostro de Dios", queremos estar
en su presencia y que Él nos conceda su gracia.
Hoy, cuando miramos por el retrovisor el año 2018 que
dejamos atrás, lo importante no es lo
que ha sucedido, sino cómo lo hemos vivido, así al enfrentarnos con el 2019
que se nos echa encima lo importantes es constatar si estamos dispuestos a
enfrentarnos con él con sinceridad, con coherencia humana y espiritual, con
vitalidad.
Miremos cada uno nuestras recién estrenadas agendas y
miremos cada día con veneración, porque cada día no está marcado por una fecha,
por un número, sino por una doble esperanza:
Dios quiere encontrarnos cada día, nos espera
cada día, espera algo de nosotros ese día, cada fecha es la fecha del
re-encuentro con el Señor. Pero también los hombres, aquellos en los que
resplandece el rostro de Jesús, nos esperan en la encrucijada de cada día; nos
esperan y esperan mucho de nosotros, no los decepcionemos.
Como hombres y como cristianos católicos, estamos llamados a pasar por el
calendario haciendo el bien, como pasó haciendo el bien Jesús de Nazaret, pues
eso espera Dios de nosotros cada día y en eso confían los hombres que nos
necesitan.
Y, ¿qué mejor
comienzo de año que acompañados de María? La única que jamás defraudó
ni a Dios ni a los hombres, que pasó por el mundo no sólo haciendo el bien sino
comunicando a todos el Bien que lleva en sus brazos. Como niños de andar
vacilante empezamos el año cogidos de la mano de María que lleva de la otra mano
a Jesús Niño, para que nuestros pasos se acompañen con los pasos aún también
vacilantes de Jesús.
En este día nos dirigimos a María, con el título de Madre de Dios. Al hacerlo, reconocemos dos cosas: En primer lugar, la maternidad de María y,
en segundo lugar, la divinidad de Jesús. No endiosamos a María, humanizamos
a Dios. Dios se rebaja y se hace hombre, niño, en María. Es esa maternidad, es el ser la Madre de Jesús, la causa y el
fundamento del culto y la devoción que los católicos profesamos a María.
El Concilio de Éfeso, en 431, nos presentó a María como la
Madre de Dios. Pues "ella dio a luz al Verbo hecho carne". A lo cual
hizo eco el Concilio Vaticano II con estas palabras: "Desde los tiempos más
antiguos la bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a
cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos los peligros y
necesidades".
Cuando los pastores fueron corriendo hasta el pesebre, como
cuenta san Lucas, no encontraron una noble señora que ofrecía, copiados sobre algún
pergamino, sus maravillosos privilegios. Hallaron a María velando a un niño
dormido en un pesebre y a José. La Virgen mostraba esa doble belleza de una
juvenil maternidad. Pero en derredor todo era simple. Sólo arropaba la gruta la
calidez de aquel misterio del Dios-con-nosotros. Por ello, "todos se
admiraban de lo que decían los pastores" y María, extrañada
"conservaba estas cosas, meditándolas en su corazón".
Así ama y actúa la Madre de Dios: conservando y meditando en
su interior. Recordando cuando el hijo aún era niño, pues, por muy mayor sea el
hijo, ella siempre lo verá como aquel ser indefenso que en la gozosa hora dio a
luz.
María es también
nuestra madre, Madre de la Iglesia, enseñó el concilio Vaticano II. Madre de
cada comunidad cristiana, Madre de nuestra familia, Madre de nuestra comunidad
parroquial. Conocedora asidua de todo lo nuestro. Confidente discreta.
Consejera oportuna. Consoladora, o quizás mejor, paño de lágrimas. Luz y
fortaleza.
Que la presencia de
María, ilumine nuestros pasos todos los días del año que hoy felizmente hemos
iniciado, para que, como auténticos testigos del amor nacido en Belén, nosotros
seamos los portadores y los constructores de la paz que el mundo y la sociedad
actual anhela.
Que así sea.
FELIZ
Año NUEVO 2019
BENCIONES
Y SALUD PARA TODOS
primera lectura:
Números 6, 22 - 27
salmo responsorial:
Salmo 66
segunda lectura: Carta
del Apóstol San Pablo a los Gálatas 4, 4 - 7
evangelio: Lucas 2, 16
- 21