CUIDADO CON
CHARLIE,
ES UN JUEGO PELIGROSO……
Pbro.
Ángel Yvan Rodríguez Pineda
SE HA VUELTO VIRAL
Internet está creando un nuevo lenguaje y le está dando
otro sentido a nuestras viejas palabras; un ejemplo es el término “viral “, que se refiere a una idea que se
difunde ampliamente en los medios de comunicación, principalmente en las redes:
Algo así como un virus que se propaga en una epidemia incontrolable.
Uno de los fenómenos virales de este momento es un juego
escolar llamado “Charlie, Charlie”. Se juega principalmente en los recreos,
cuando los niños se reúnen para descansar y reponer sus fuerzas.
Sobre una hoja en blanco dividida en cuatro, escriben en
casa esquina, alternando las palabras “sí” y “no”, luego ponen sobre ella dos lápices
en forma de cruz. El lápiz colocado encima queda en equilibrio sin que ninguno
de sus extremos toque la hoja. En seguida, los participantes “invocan la
presencia de “Charlie”, supuestamente un niño muerto trágicamente, al que le
preguntan: “Charlie, Charlie”, ¿estás aquí?. Entonces, según los niños, el lápiz
superior se mueve sin que nadie lo toque, y señala el sí o el no. Si señaló el sí,
se abre la puerta a una serie de
preguntas que los niños esperan que le conteste con un sí o no indicados por el
movimiento del lápiz. Al terminar el juego deberán despedirse de “Charlie” y
agradecerse su participación, porque si no lo hacen, el fantasma de “Charlie”
no los deja en paz.
NADA NUEVO BAJO EL
SOL
Estos niños, quizá
sin saberlo, no hacen más que repetir un juego muy viejo que ya jugaban sus
papas en la escuela, solo que en sus entonces se invocaba a una niña llamada “Cleo’
y se usaban unas tijeras y un listón. Sus
abuelos jugaban con una medalla colgando de un hilo o de una cadenita a la que hacían
oscilar sobre dos contestaciones clásicas y, desde el siglo XIX en que se puso
de moda el espiritismo, se usa ese “juguete” llamado la cuija que hoy se puede
adquirir en cualquier establecimiento comercial.
Todos estos juegos son simplemente la misma manifestación
del hombre hambriento por conocer el futuro y por conocer los secretos de esta
vida y de la otra.
FUNCIONA EL JUEGO
¡NO! Los
supuestos movimientos provocados por los espíritus son ocasionados por la ley
de la gravedad o por algo que se llama efecto ideomotor, es decir, que la
persona que maneja el artefacto, consciente o inconscientemente, provoca físicamente
el movimiento atribuido a los espíritus.
Pero el problema no es si el método empleado para invocar
al más allá es efectivo o no; el problema es que lo invoquemos. Invocar a los
muertos se llama nigromancia, e invocar
al demonio es satanismo. El primer mandamiento nos prohíbe esa invocación.
APROVECHAR LA OPORTUNIDAD
Sin
exageraciones y sin perder de vista que para los niños no es más que un juego,
es la oportunidad para explicarles, por una parte, que esas cosas son supersticiones,
que tienen una explicación científica y lógica y que no se deben dejar engañar,
y por otra parte hablarles de que Dios, es dueño del pasado, del futuro y del
presente, que es un Padre amoroso, que tiene para nosotros el mejor de los
futuros si sabemos actuar de acuerdo con su amor, y querer invocar a los espíritus
o saber el futuro es algo contrario a la voluntad de Dios, somos nosotros, de
manos de Dios lo únicos dueños y
protagonistas de nuestra historia y que no necesitamos adivinar qué es lo que
nos espera.
DOCTRINA DE LA
IGLESIA CATOLICA
El Catecismo de
la Iglesia Católica (2116) nos dice: “Todas las formas de adivinación deben
rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y
otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (Cfr. Dt
18,10; Jr 29,8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación
de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso de “médiums”
encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los
hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están
en contradicción con el honor y el respeto, del Amor generoso, que debemos
solamente a Dios.