EL DESCONTROL HUMANO DE
LA IRA
Pbro.
Ángel Yvan Rodríguez Pineda
La ira, es el enfado,
el enojo, el disgusto, la cólera, todos sentimientos de indignación violentos,
es la furia contra algo o alguien, es la peor de las molestias, es el trastorno
del enojo.
La ira, no solo produce
molestias y heridas a quien la recibe, también mucha pena y es alimento del
rencor, por tanto es un estado vergonzoso del hombre, esto es la ira, es una
pasión indigna.
¿Es posible no sentir
ira?, ¿es posible no enojarse?, tal vez no, ya que esta es una emoción de la
naturaleza del hombre, pero no tener control sobre la ira, es algo no solo
peligroso, es malo, porque este descontrol da lugar al pecado, a la destrucción
de las relaciones entre los hombres, la ira descontrolada da origen a la
agresión física y verbal, la ira atenta contra el respeto a nuestro prójimo y contra
nosotros mismos.
La ira siempre está
acompañada de un lenguaje ofensivo e hiriente, y esta puede producir
sentimientos de venganzas, por tanto bajo el estado de cólera puedes ser presa
fácil del demonio.
La ira es un
sentimiento del hombre, que depende del temperamento de la persona y en muchos
caso de los patrones de conducta aprendidos en el seno familiar, está muy
influenciado por las experiencias de injusticia, es herencia de asuntos
dolorosos nunca resueltos, que llevan implícitas situaciones de pesar y sus
consecuencias es la incapacidad de perdonar al prójimo, de perdonarnos a nosotros
mismos, es así como produce incapacidad de aceptar la voluntad de Dios.
La falta de
tranquilidad en el corazón de los hombres, la impaciencia, el descontrol sobre sí
mismo, la negativa a aceptar el punto de vista de los demás, alimenta la ira,
por tanto es necesario tener conciencia que cada persona tiene derecho a tener
diferentes opiniones, y no dejarse llevar por la ira, especialmente si nuestras
opiniones no son consideradas.
La ira atenta contra
nuestro prójimo, y si decimos que tenemos que respetar a nuestro prójimo,
entonces recordemos que los más cercanos están en nuestra propia familia con
quien convivimos y ellos no pueden ser consecuencia de nuestra ira, pero
tenemos un prójimo aún mas intimo, y ese habita en nuestro corazón y ese es
Jesús, y no podemos descargar nuestra ira sobre nuestro propio cuerpo. Es así
como reconozcamos con humildad al Señor que tenemos sentimientos de ira, y
solicitemos su ayuda para controlarla, pero no para reprimirla y amargarnos
porque no podemos desahogarnos, sino para apartarla o liberarla de forma tal
que no les provoquemos daño a otras personas.
No confundamos el
control sobre este mal sentimiento con reprimir, porque podríamos acumular
resentimientos y esto nos va a impedir que tengamos paz interior, es así como
en esta situación, pidamos un buen consejo, acudamos a quien nos pueda ayudar a
la paz espiritual, y no dejemos de acudir a nuestro Señor, con humildad y
disposición, él nos comprenderá y nos
dará la fuerza que necesitamos para ganarle a esta negativa emoción.
La Ira es uno de los
siete pecados capitales. Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a
que se oponen, o también pueden ser comprendidos en los pecados capitales que
la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a S. Juan Casiano y a S.
Gregorio Magno (mor. 31,45). Son llamados capitales porque generan otros pecados,
otros vicios. Entre ellos soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula,
pereza. (CC 1866)
De acuerdo a Santo
Tomás (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin
excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos
pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente
principal”. Entonces, no es la gravedad del vicio en sí mismo que lo torna
en capital sino el hecho que da origen a muchos otros pecados. Estos son
enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como vanagloria (orgullo), avaricia,
glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira. "El necio da rienda suelta a
toda su ira, más el sabio al fin la sosiega" (Proverbios 29:11).
Cuando alguien recibe
ofensa o insultos muy graves contra la honra o dignidad, se enfrenta a una
situación difícil de controlarse. Lo peor es que si no ha dado una respuesta,
pierde la tranquilidad hasta el desagravio.
La Ira, provoca una
pasión destructora y es la causante de grandes tragedias. En efecto, son
irreparables los males que ha provocado un instante de descontrol y cólera.
Son muchas las
familias, amigos, vecinos y compañeros de trabajo, que no han sabido controlar
la pasión de la ira y hoy se sienten como verdaderos enemigos.
También son mucho los
graves errores que se ha cometido en el mundo, motivado por los impulsos de
cólera. Muchos llantos y lágrimas han sido provocados por arrebatos
incontrolados. Es así, como la ira tiene una gran fuerza destructora.
Nosotros mismo, sabemos
en conciencia, como hemos sido arrastrados por el impulso de la cólera, la
rabia o la ira. Y luego también hemos sentido en nuestro corazón indignación
por no haber sabido dominar esta pasión. Peor no hemos sentido cuando sabiendo
lo mala que es, volvemos a ser dominado por ella.
La ira, no solo nos
produce enemistarnos con los demás, también nos produce grandes males a
nosotros mismo. El pesar de haber experimentado pasiones de ira, no solo nos
produce vergüenza, también dolor.
A todos nos sucede, que
al observar a dos personas dominada por la pasión de la ira y enceguecida por
los arrebatos, nos decimos que incomprensible una obcecación así. Sin embargo,
no siempre somos capaces de ayudar a quien la razón no le deja pensar en la
torpeza que está cometiendo.
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