¿ES POSIBLE EL SÍ PARA SIEMPRE EN EL MATRIMONIO?
Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
Al
hacer consciente que la vida matrimonial es un gran proyecto, creado y
bendecido por Dios; es oportuno que reflexionemos como tarea cotidiana en la
vida conyugal los siguientes aspectos:
El
valor del tiempo: Es necesario que los matrimonios se detengan por un
instante a reflexionar durante la vida que tiempo le dedican a cultivar los
elementos esenciales de la vida compartida. Existen muchos factores
distractores que “roban” a las parejas matrimoniales el tiempo necesario y
vital para fomentar la vida conyugal. Es necesario que los que conforman el
vínculo matrimonial estén atentos a que ni las circunstancias vitales del día a
día, ni los amigos, ni el trabajo excesivo, las tentaciones vanas son excusas
valederas para romper el tiempo necesario para convivir y compartir la vida.
La
disciplina: En la medida que la vida conyugal se desarrolla y
fortalece, cada cónyuges debe ir descubriendo que ya no eres tú solo (a) el que
existe, si no que desde que se estableció el vínculo matrimonial alguien más
forma parte de tu proyecto de vida. Si no hay disciplina en la vida matrimonial
el establecimiento del “nosotros conyugal” puede caer en el descuido y porque
no decir en el olvido. Disciplina implica tiempo y atención constante para tu
cónyuge, para tus hijos, para la edificación en común y el logro de metas
trazadas en común.
Dedicación:
Interesarse por el proyecto común emprendido en el matrimonio.
Dedicarle atención a las necesidades humanas y espirituales del otro, no es
perder el tiempo, al contrario hacerlo parte importante de una decisión de vida
en común. Si la pareja cree necesario capacitarse a través de terapias
conyugales, talleres de crecimiento humano y espiritual, hazlo. Tú vida matrimonial
es la carreara y opción de vida más importante que tienes entre manos.
Protección:
Es necesario proteger a tu matrimonio de todos los peligros que lo acechan:
infidelidades, engaños, gastos excesivos y todo aquello a lo que es vulnerable.
Nunca olvides que tu matrimonio es tu mejor obra de arte, que nada ni nadie
puede lastimar.
Fortaleza:
Es necesario que el matrimonio sea fortalecido con ciertos refuerzos
que le permitan seguir adelante con esa obra de arte que a ambos le
enorgullece. Es necesario reforzarlo con detalles de cuidado, amor, alegrías,
entrega. Quienes se esfuerzan por rejuvenecer día a día su vínculo matrimonial
al pasar el tiempo se darán cuenta que valió la pena dedicarle esfuerzo y
constancia.
Rehabilitación:
Algunas realidades matrimoniales con el tiempo, se pueden ver
atrofiadas, es necesario rehabilitarlo. Quizás es volver a ese Amor primero y
preguntarse: ¿ Qué le gustaba a ella (el) antes de casarse, o de recién casado?
¿Qué detalle le puede gustar ahora?
¿Dónde podríamos pasar un buen rato juntos?... Cuando una pareja matrimonial se
ocupa de su rehabilitación, ni el tiempo cansa ni la relación de desgasta.
Creatividad:
La monotonía cansa y la rutina arruina los planes. Toda pareja debe luchar por
cambiar siempre para bien. Es bueno siempre preguntarse qué podemos hacer para
lograr mejores resultados de la vida en común. Qué necesito hacer para
consolidar la vida libremente escogida como vocación de vida.
Ilusión
y Pasión: Dos constitutivos esenciales en la felicidad de la vida
matrimonial. Es oportuno en la sana vida matrimonial saber qué es lo que en la
vida compartida les ilusiona y apasiona. Aquello que nada ni nadie les robe la
ilusión y pasión en el vínculo establecido debe ser el norte del proyecto de
vida en común. Cuando existe la ilusión y la pasión bien vividas en el
matrimonio, es un sello emblemático, un testimonio encarnado que sirve de
estandarte ante las distintas ideologías que hoy declaran la muerte al vínculo
matrimonial entre un hombre y una mujer.
La
oración en común: La oración
de los dos es el camino para que Dios esté presente en la vida matrimonial. Él
es el gran invitado. Él es que le da sentido y les conduce a la plena
realización y a la felicidad. Un matrimonio que contiene a Dios tiene la
certeza de su vocación. Con Él, se podrá realizar con mayor facilidad el proyecto de Dios para
el matrimonio y la familia.
Santificación
mutua: Dice la Sagrada Escritura: Mateo 19,6:
“Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. El fin de toda unión conyugal es procurar la santificación, lo cual requiere la plena conciencia que las acciones, ocupaciones y responsabilidades matrimoniales son la causa ordinaria del camino de santidad matrimonial. Ha de ser un milagro de Dios, que un hombre y una mujer opción de manera libre y consciente el vivir bajo un mismo techo, el comer en una misma mesa y el dormir en una misma cama para toda la vida. El matrimonio que no tiene como meta la santificación cristiana, será una buena y perfecta comunidad de vida, pero carecerá del fin esencial de su propia santificación.
“Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. El fin de toda unión conyugal es procurar la santificación, lo cual requiere la plena conciencia que las acciones, ocupaciones y responsabilidades matrimoniales son la causa ordinaria del camino de santidad matrimonial. Ha de ser un milagro de Dios, que un hombre y una mujer opción de manera libre y consciente el vivir bajo un mismo techo, el comer en una misma mesa y el dormir en una misma cama para toda la vida. El matrimonio que no tiene como meta la santificación cristiana, será una buena y perfecta comunidad de vida, pero carecerá del fin esencial de su propia santificación.
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