miércoles, 7 de marzo de 2012

LA RECONCILIACIÓN ES TRIUNFO DEL AMOR



LA RECONCILIACIÓN ES TRIUNFO DEL AMOR

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda





“En  nombre de Cristo os pedimos que os reconcilien con Dios” (2Cor 5, 20).
Estas palabras dirigidas por el Apóstol San Pablo a la comunidad de los Corintios, revelan su deseo de que retornen a Dios por el camino de la reconciliación. Haberse apartado de Dios  resulta el peor de los negocios que una persona, una comunidad, pueda hacer en su vida.
            La necesidad de rectificar la desviación del camino, y buscar la presencia de Dios, solo se puede lograr por la vía de la reconciliación perfecta, la cual podemos entenderlo metafóricamente como la posibilidad de desandar el camino, el desafío de no tener miedo de volver al amor de Dios. El glorioso destino del hombre reside en el poder misericordioso de Dios. No es otra cosa que encontrar a Dios por medio de Cristo reconciliador. Es a través de Cristo, en la reconciliación, como recibimos la salvación de Dios. ¿Y qué es la Salvación para nosotros? ¿Cómo entenderla y valorarla? ¿Cómo buscarla y adquirirla? Si al deternos ante estas preguntas le encontramos importancia y significación en nuestras vidas; ¿por qué no tratar de responderlas con seriedad u hondura? Es necesario hacerlo porque Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el servicio de reconciliar. Primero somos reconciliados con Él;  se ha establecido entre Cristo y nosotros el vínculo de la amistad, de la pertenencia; nos pertenece y le pertenecemos. Esta amistad, esta pertenencia, se fundamenta en los lazos de naturaleza sobrenatural.
            Son la caridad y la gracia las que realizan la unión. En Cristo, una caridad sin límites que lleva a entregar su sangre, su vida. La reconciliación que Cristo realiza es fruto de la entrega generosa de su vida por nosotros. “Donde abundó el pecado, allí sobreabundó la gracia... Oh feliz culpa que ha merecido tal Salvador”. Cristo realiza la reconciliación rompiendo las cadenas, disolviendo las ataduras, venciendo a la muerte del pecado, al demonio.
            La reconciliación es una victoria, un triunfo. El triunfo del Amor. La reconciliación es obra del amor, obra de la misericordia. El fruto de la reconciliación es el perdón. Cristo quiere reconciliarnos, ´perdonarnos; transformarnos en nuevas criaturas. Cristo quiere que regresemos a Dios.
            La voz solemne de San Pablo se apoya en el nombre de Cristo para buscar la reconciliación de los Corintios. Hoy, durante el tiempo de Cuaresma, la voz solemne de la liturgia de la Iglesia quiere buscar el mismo apoyo para pedir a todos los bautizados la misma actitud de retorno a Dios. Hoy, en nuestros oídos resuena, con la misma fuerza y solemnidad, las misma palabras del Apóstol a cada uno en particular: “En nombre de Cristo os pido que os reconciliéis con Dios”.
Dejémonos reconciliar con Dios. La cuaresma nos invita pues a fijar nuestra mirada en el Padre de toda misericordia, el Dios rico en piedad y compasión, cuyas entrañas se conmueven cuando cualquiera de sus hijos, alejado por el pecado, retorna a Él y confiesa su culpa.  ¡Mirad al Padre que nos bendijo en Cristo con el perdón de los pecados! ¡Mirad a quien es la fuente inagotable de la misericordia y que, a través de la Iglesia, nos suplica el retorno a Él! ¡Dejaos reconciliar con Dios! El abrazo que el Padre dispensa a quien, habiéndose arrepentido, va a su encuentro, será la justa recompensa por el humilde reconocimiento de las culpas propias y ajenas, que se funda en el profundo vínculo que une entre sí a todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo.


            

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