LA NECESIDAD DE
ARREPENTIRSE
"¡Arrepentíos,
porque el reino de los cielos se ha acercado!" (Mt 4,17).
Pbro. Angel Yvan Rodriguez
“El Señor ha hecho en mi favor
maravillas, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en
generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los
que son soberbios en su propio corazón”. (Lucas 1, 50-51)
Si mirando al cielo, abandonamos la
soberbia y somos capaces de decir: “Siento una gran pena por haber hecho
algunas cosas malas, y por haber dejado de hacer algunas cosas buenas; no dejo
se arrepentirme de todos mis pecados y mis faltas, desde las más
insignificantes y por supuesto, las más grandes; hace mucho que deseo cumplir
el compromiso de no hacer algo que ofenda al hombre, porque todo lo que es
faltar a los hombres, también es faltar a Dios; hace tiempo que he querido
cambiar, y para esto, es necesario mi arrepentimiento y de corazón, estoy muy
arrepentido y siento dolor en el alma, por haber pecado”, estamos confiando en
la misericordia divina, con la confianza de Jesús, que le dijo al paralitico;
“Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de
perdonar pecados” (Lucas 5,20)
El hijo que regresa arrepentido,
parábola del hijo prodigo; “Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé
contra el cielo y ante ti” (Lucas 15,18), es una gran ejemplo de la confianza
en la misericordia del Padre. El arrepentirse requiere transformación y exige
un cambio de actitud, además es una experiencia necesaria para llegar a conocer
a Jesucristo, en otras palabras quien no se arrepiente, por mucho que intente
conocerle, no lo podrá conocer ni podrá ir al Reino de los Cielos. Jesús dijo
"¡Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos ha
llegado. (Mateo 4,17).
El no arrepentirse, es vivir
esclavizado en la mentira, y ser esclavo es carecer de libertad, y Dios nos
quiere libres y para ser libre, debemos ser consecuentes con la Palabra del
Señor, que; “decía pues, Jesús a los judíos que habían creído en él:
Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán
la verdad y la verdad les hará libres”. (Juan 8, 31-32). Jesús, nos
otorga la gracia de liberarnos de la esclavitud del pecado, para eso debemos
comenzar por el arrepentimiento, es así como Jesús respondió a los judíos: “En verdad,
en verdad les digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se
queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Sí, pues,
el Hijo les da la libertad, serán realmente libres”. (Juan 8, 34-36) Es así,
como el arrepentimiento es el camino hacia la libertad. Es Palabra del Señor.
El amor al arrepentimiento, es el odio
al pecado, este tipo de odio, es un sentimiento de rechazo y antipatía que nos
podemos permitir. El arrepentimiento es el primer paso al camino con el
encuentro con el Señor. El arrepentimiento es reconciliarse con Dios, es desear
vivir para Dios.
Reflexionando sobre el abatimiento que
produce vivir en pecado, me hace tener la convicción plena que todo el mundo
necesita arrepentirse, ¿alguien se siente libre de culpas?, frente a esta
pregunta que hizo el Señor, todos se retiraron y nadie fue capaz de condenar.
(Cfr. Juan 8-3-10). Pero para reconocerse creyente, para ser honesto con Dios,
debemos reconocernos como pecadores, y si decimos que no tenemos pecado ¿hasta
qué punto estamos diciendo la verdad?. La sentencia del Evangelista San
Juan, nos interpela duramente: “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos
y la verdad no está en nosotros”. (1 Juan 1, 8) Confesar nuestras faltas, es
buscar la amistad de Jesús, y es querer limpiarnos de nuestras impurezas: “Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia”. (1 Juan 1, 9). Por otra parte, no se puede
predicar el Evangelio y vivir distinto a él, quien lo haga, finge cualidades,
ideas o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene. Lo peor, es que
no estamos siendo consecuentes con su Palabra: “Si decimos: «No hemos pecado»,
le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros”. (1 Juan 1, 10). Es
decir, su Palabra no habita en nosotros, no conoce nuestro corazón.
Pero Jesús conoce bien los corazones
arrepentidos de sus faltas. En cualquier etapa de nuestra vida que le mostremos
a Jesús un corazón arrepentido, le daremos la oportunidad al Espíritu Santo
para comenzar su obra, y nuestra vida comienza a cambiar. El
arrepentimiento es un cambio en la forma de pensar y ver las cosas, es un
cambio en la mente y en el corazón.
Como cristianos, estamos llamados para
dar testimonio de vida en nombre de Jesús. Pero nuestro testimonio debe incluir
un estilo de vida que sea coherente entre lo que decimos y lo que hacemos,
entre lo que predicamos y lo que practicamos, si no es así, tenemos un nombre
para nosotros, el mismo que Jesús le dijo a los fariseos, “Hipócritas”.
Luego que Jesús completo su experiencia
de los cuarenta días en el Desierto, Comenzó a predicar y a decir: "¡Arrepiéntanse,
porque el Reino de los Cielos ha llegado. (Mateo 4,17). Es así como
los Evangelios llevan implícito el arrepentimiento. Si Jesús nos pide esto,
¿Por qué nos debe avergonzar que sea necesario arrepentirnos? En efecto, si
amamos los evangelios, entonces amamos arrepentirnos.
Juan Bautista, predicaba, “Den, pues,
fruto digno de conversión”, (Mateo 3,8), entonces el arrepentimiento
del Evangelio verdadero, tiene que ser acompañado por sus frutos. Jesús nos
dice “Por sus frutos los conocerán”. (Mateo 7,16), y así también luego nos
agrega “Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos
malos.” (Mateo 7,17). En otras palabras, si confesamos creer en los Evangelios,
no olvidemos que Jesús nos dice, esa misma sentencia que repetimos el miércoles
de ceniza; "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está
cerca; conviértete y cree en el Evangelio”. (Marcos 1,15) Es así, como Jesús
nos predica un evangelio que invita al arrepentimiento.
Dios nos quiere arrepentidos, porque él
quiere que sus hijos se salven. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro
Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
pleno de la verdad. (1 Timoteo 2, 3-4). La misericordia de Dios es
asombrosa y es para todos los hombres, sin discriminación. El mismo Pedro quedo
sorprendido, así lo comenta; “Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don
que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para
poner obstáculos a Dios? Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios
diciendo: Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión (el
arrepentimiento) que lleva a la vida. (Hechos 11, 17-18)
Cuando el Señor nos pide el
arrepentimiento, lo hace para salvarnos, para que podamos ser libres, para que
glorifiquemos su nombre. El pecado tiene sus penas y el arrepentimiento sus
alegrías. En efecto, el pecado es aflicción y dolor en el alma, el
arrepentimiento es gozo. Pablo nos dice; “Cada cual dé según el dictamen de su
corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y
poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y
en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena. (2
Corintios 9, 7-8) y También Pablo expone a los Corintios: “Ahora me alegro. No
por haberlos entristecido, sino porque aquella tristeza les movió al
arrepentimiento. Pues ustedes se entristecieron según Dios, de manera que de
nuestra parte no han sufrido perjuicio alguno. En efecto, la tristeza según
Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; (2 Corintios 7, 9-10) El
Beneficio fue producido por el arrepentimiento, la salvación y liberación del
mal. Con todo, Dios no quiere que sintamos pena y lástima por nuestra propia
desgracia. En lugar de eso quiere bendecirnos y recompensarnos
cuando le respondemos por medio del arrepentimiento, si lo hacemos seremos
liberados y entraremos en el gozo de nuestra salvación.
Dios Padre nos ama, Dios Hijo nos ama,
por eso nos llama al arrepentimiento. Aceptemos este llamado del Señor, él sabe
que luchamos para arrepentirnos, él nos ayudara con su gracia. El
arrepentimiento es una decisión de que tenemos fe en la salvación que nos trajo
Jesús, de confianza en la Misericordia de Dios. ¿El Beneficio de arrepentirse?,
la vida eterna, el acceso al Reino de los Cielos.