lunes, 26 de noviembre de 2018


ENTRE LO SENCILLO ANDA DIOS


Pbro. Ángel Yvan Rodríguez P

«A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María». Lucas 1.26–27.

             La escena trascurre entre la mayor sencillez posible; nada extraordinario a la simple y común apariencia humana: un pueblo cualquiera de la vieja Galilea, una mujer joven (una de las tantas que vivían en Nazaret) y un noviazgo entre la joven y uno de los carpinteros del pueblo. Con este telón de fondo ocurre lo extraordinario (lo que está más allá de lo cotidiano): un ángel anuncia el nacimiento del Hijo del Altísimo
            Por cierto, todas las escenas de la Navidad son protagonizadas por gente común; ocurren en lugares periféricos sin destacada resonancia cultural o política. El Hijo del hombre no nace en los palacios del rey, ni en los alrededores del gran templo. El nacimiento de Jesús no se respalda por una sofisticada campaña publicitaria, ni por técnica alguna de esas que abundan hoy en los medios religiosos. Ni vestidos llamativos, ni lugares reconocidos, ni gente famosa. Así decidió Dios hacerse un ser humano y así desarrolló su plan de redención. Dios anda entre lo sencillo y a la gente sencilla la convierte en instrumentos de su Reino. Lección para tener en cuenta en medio de nuestros afanes de mercadeo eclesiástico y festividades adelantadas.
            Para seguir pensando:
«El niño de Belén, el joven desconocido de Nazaret, el predicador rechazado, el hombre desnudo en la cruz, él pide mi atención completa. La tarea de nuestra salvación se lleva a cabo en medio de un mundo que continúa gritando y abrumándonos con sus demandas y promesas. Pero la promesa se esconde en la rama que saldrá del tronco, una rama a la que nadie le presta atención».
Henry Nouwen
Oración:
Para que el Espíritu nos haga personas agradecidas que podamos descubrir las señales de la gracia de Dios en los sucesos más cotidianos y sencillos de esta vida.