lunes, 5 de marzo de 2018



CUATRO VERBOS PARA UNA EXPERIENCIA
DE RENOVACIÓN EN LA CUARESMA

Pbro. Ángel Yvan Rodríguez Pineda

Integrar.

 Hay en nosotros tendencias, afectos, apegos, que no son malos en sí mismos, pero que a menudo están al servicio del egoísmo. Se trata de realidades que no se deben reprimir sino integrar en el camino del seguimiento. Sugiero, como ejercicio para la cuaresma de este año, que podamos pedirle a alguien cercano que nos ponga por escri­to los aspectos más negativos que ve en nosotros y que con ese papel en la mano intentemos aceptar ese "yo ciego" con amabilidad. Más aún, que comprendamos que nuestra vida es eso, pero es más que eso. Los demás agradecerán la paz que puede surgir.

Purificar.

 Aun las realidades más nobles necesi­tan ser purificadas, Ni el amor, ni la fe, ni la esperanza se dan en nosotros con absoluta transparencia. Por eso necesitamos ir eliminando lastre. A veces esto tiene un matiz pasivo (re­cordemos las purificaciones de que habla Juan de la Cruz). Otras son el resultado de un esfuerzo personal. Propongo que nos ejercitemos en la purificación aceptando algún encar­go del que no resulte una mejora de nuestra imagen. Todos estamos dispuestos a hacer grandes cosas si con ello ganamos prestigio, consideración. Lo que más nos mortifica son los pequeños servicios que nadie va a reconocer. Pero ahí se ejerci­ta nuestra capacidad de entrega. Por eso necesitamos entrenamiento.

Renunciar.

 Hay actitudes y conductas que por su impronta egoísta no son integrables en la vida cristiana. En este caso, la ascesis implica renuncia. Estas renuncias, hechas desde el amor, producen en nosotros una gran libertad para seguir a Jesús. ¿Cabe renunciar por un tiempo al ruido, al consumo desaforado y a la televisión, al celular e internet? El ruido nos impide entrar en nuestro corazón. El consumo nos insensibiliza hacia los demás. La televisión casi siempre nos hace pasivos y comodones. ¿Qué tal un repaso a esto?

Ejercitar.

El crecimiento de la fe y de la vocación no se realiza de manera automática. Es un juego entre la gracia de Dios y su fruto más granado, nuestra libertad. La ascesis es también el ejercicio consciente, metódico y reconciliado de todas las disposiciones que nos permiten vivir con más hondura el seguimiento de Cristo en cada situación. Propongo algo muy simple: empezar al principio de la cuaresma un trabajo manual que nos lleve varias semanas. O sembrar una semilla y acompañar su crecimiento. Tendremos ocasión de ponernos nerviosos, pero también de esperar pacientemente "como el labrador espera que llegue el grano".