CUATRO VERBOS PARA UNA
EXPERIENCIA
DE RENOVACIÓN EN LA
CUARESMA
Pbro. Ángel Yvan
Rodríguez Pineda
Integrar.
Hay en nosotros tendencias, afectos, apegos,
que no son malos en sí mismos, pero que a menudo están al servicio del egoísmo.
Se trata de realidades que no se deben reprimir sino integrar en el camino del
seguimiento. Sugiero, como ejercicio para la cuaresma de este año, que podamos
pedirle a alguien cercano que nos ponga por escrito los aspectos más negativos
que ve en nosotros y que con ese papel en la mano intentemos aceptar ese
"yo ciego" con amabilidad. Más aún, que comprendamos que nuestra vida
es eso, pero es más que eso. Los demás agradecerán la paz que puede surgir.
Purificar.
Aun las realidades más nobles necesitan ser
purificadas, Ni el amor, ni la fe, ni la esperanza se dan en nosotros con
absoluta transparencia. Por eso necesitamos ir eliminando lastre. A veces esto
tiene un matiz pasivo (recordemos las purificaciones de que habla Juan de la
Cruz). Otras son el resultado de un esfuerzo personal. Propongo que nos
ejercitemos en la purificación aceptando algún encargo del que no resulte una
mejora de nuestra imagen. Todos estamos dispuestos a hacer grandes cosas si con
ello ganamos prestigio, consideración. Lo que más nos mortifica son los pequeños
servicios que nadie va a reconocer. Pero ahí se ejercita nuestra capacidad de
entrega. Por eso necesitamos entrenamiento.
Renunciar.
Hay actitudes y conductas que por su impronta
egoísta no son integrables en la vida cristiana. En este caso, la ascesis
implica renuncia. Estas renuncias, hechas desde el amor, producen en nosotros
una gran libertad para seguir a Jesús. ¿Cabe renunciar por un tiempo al ruido,
al consumo desaforado y a la televisión, al celular e internet? El ruido nos impide
entrar en nuestro corazón. El consumo nos insensibiliza hacia los demás. La
televisión casi siempre nos hace pasivos y comodones. ¿Qué tal un repaso a
esto?
Ejercitar.
El crecimiento de la fe
y de la vocación no se realiza de manera automática. Es un juego entre la gracia
de Dios y su fruto más granado, nuestra libertad. La ascesis es también el
ejercicio consciente, metódico y reconciliado de todas las disposiciones que
nos permiten vivir con más hondura el seguimiento de Cristo en cada situación.
Propongo algo muy simple: empezar al principio de la cuaresma un trabajo manual
que nos lleve varias semanas. O sembrar una semilla y acompañar su crecimiento.
Tendremos ocasión de ponernos nerviosos, pero también de esperar pacientemente
"como el labrador espera que llegue el grano".