FAMILIA:
COMUNIDAD IDEAL PARA EL CRECIMIENTO DE LA FE EN CRISTO
P.Ángel Yván Rodríguez Pineda
La realidad familiar es
justamente donde se inician y se dan los primeros pasos decisivos del
itinerario del amor fiel y fecundo sin el cual el nacimiento y el crecimiento
de la sociedad y de toda la humanidad en justicia, solidaridad y en paz se hace
inviable y sin el cual la misma Iglesia no logra edificarse y consolidarse, día
a día, como la comunidad de fe en Jesucristo Redentor del hombre, fundada y
sostenida por Él. Es lo que esperamos y queremos cuando afirmamos junto a la
Doctrina Social que la familia es la célula básica o primaria de la sociedad y
de la comunidad política; es decir es célula esencial para el desarrollo del
tejido sobrenatural del Nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia, Cuerpo de
Cristo.
Ser
testimonio del Evangelio de la alegría con obras y palabras en nuestro tiempo
es tarea y urgencia primordial de la familia cristiana. Sin su testimonio,
sobre todo en esta hora crucial de toda la humanidad, la evangelización del
mundo empalidecería y languidecería hasta su desaparición efectiva. Son muchos
los tristes y doloridos que encontramos a nuestro alrededor. ¿ Estaremos
presenciando y viviendo un nuevo predominio social de la cultura de la tristeza?
El papa Francisco, nos pone en alerta al inicio de su Exhortación Apostólica
Evangelium Gauidium ante la inminencia de ese peligro: “ El gran riesgo del mundo actual, con su
múltiple y abrumadora oferta del consumismo, es una tristeza individualista que
brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales, de la conciencia aislada” (EG,2). No hay otro lugar de
la experiencia y de la existencia humana donde se puede encontrar quien pueda
consolar, aliviar, ayudar eficazmente y alentar animosamente a los enfermos
crónicos, a los termínales, a los que han quedado sin trabajo, a los sin
esperanzas, a los jóvenes destruidos por la droga y los vicios… que no sea en
el ambiente cercano, acogedor, amoroso y comprensivo de la familia.
Naturalmente,
de la familia en la que la fidelidad mutua, vivida y mantenida con la fuerza
del amor cristiano ofrece brazos abiertos, casa, hogar. En esta dura y
persistente crisis, por la que atraviesan las familias de nuestra sociedad; la
familia cristiana constituida desde del testimonio de fe, debe demostrar que si
vale la pena seguir dando ejemplo que toda familia es un deseo de Dios, una
vocación ofrecida por el mismo a bien de la humanidad.
Si
siempre ha sido necesaria la luz y la fuerza de la fe para comprender, aceptar
cordialmente y vivir gozosamente el valor de la familia constituida sobre el
matrimonio indisoluble como la “íntima comunidad de vida y amor conyugal
fundada por el Creador” (Vat II, GS 42), cuanto más lo es hoy en la agobiante
atmósfera intelectual y mediática, que nos envuelve, tan contaminada por una
visión radicalmente secularizada e increyente del mundo y del hombre.
La luz y esa
fuerza de la gracia de una fe madura en
la familia la hace invencible y capaz de sobreponerse y superar
cualquier desafío de pecado social imperante en muestra sociedad. Esta fe viva
esta al alcance de la familia cristiana cuando en la escucha de la Palabra de
Dios, en la oración compartida y en la acción de gracias eucarística se abre a
la gracia de la presencia y del ejemplo de la familia de Nazaret. Que nuestras
familias cristianas, no tengan miedo de seguir manteniendo abierto lo más
íntimo de sus hogares al don del Evangelio de la Sagrada familia, al amor de
María y José. Que sea el mismo amor de María y José el que sostenga, aliente y
santifique el amor de esposos y de padres
de familia. De familias santas y enamoradas de Cristo surgen las
vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, como a su vez apóstoles que
nutren la vida laical de la Iglesia.