EL
TESTIMONIO DE VIDA: UN DESAFIO VIGENTE
Pbro.
Ángel Yván Rodríguez P
“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo
los he amado… Y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”
(Jn 13:34-35)
Cristo nos enseña a evangelizar: a
invitar a la gente a estar en comunión con él y a crear una cultura del
testimonio a través del amor. Una vida cristiana vivida con caridad y fe es la
forma más eficaz de evangelizar. La evangelización testimonia el poder transformador
de la Palabra de Dios y la misión de la Iglesia para fortalecer la fe en sus
miembros, santificar la sociedad, transmitir esta fe a las generaciones futuras
y renovarla en los que la han abandonado.
“El hombre contemporáneo escucha más a gusto
a los que dan testimonio que a los que enseñan o, sí escuchan a los que
enseñan, es porque dan testimonio… Será, sobre todo mediante su conducta,
mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un
testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los
bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra,
de santidad” (EN, 41).
Los creyentes se convierten en
agentes de evangelización a través del testimonio de vida y de compromiso con
el Evangelio. Los momentos cotidianos, vividos con caridad, fe y esperanza
cristiana, dan testimonio a los familiares, amigos, vecinos, colegas y otras
personas que han dejado de participar activamente en la vida de la Iglesia.
Este testimonio es esencial para acercarse a los demás en el mundo moderno de
hoy.
El testimonio de los cristianos,
cuya vida está llena de la esperanza de Cristo, abre al Señor los corazones y
las mentes de los que los rodean. Esta apertura a Cristo es un momento de
conversión (metanoia). Es el momento en el que la vida de una persona se
reorienta, cuando -por la gracia- entra en relación con a Cristo y, luego, con
la comunidad de los creyentes, la Iglesia. El propósito de la nueva
evangelización es dar lugar a la fe y a la
conversión a Cristo. La fe implica una trasformación profunda de la mente y el
corazón, un cambio radical de vida.
La nueva Evangelización no pretende
invitar a la gente a experimentar solo un momento de conversión sino, más bien,
a vivir un proceso gradual y permanente de conversión, vale decir: atraer a
todos hacia una relación profunda con Dios; que lleguen a participar en la vida
sacramental de la Iglesia, a desarrollar una conciencia madura y sostenga su fe
mediante la catequesis permanente de la vida, integrándola en los aspectos de
la vida personal. El proceso de conversión y evangelización debe incluir
siempre el testimonio de la Iglesia a través del vivir cotidiano de sus
miembros.
Que los contextos, situaciones y ambientes
culturales de hoy sean aprovechados como grandes desafíos para manifestar una
cultura del testimonio cristiano, como siempre una invitación permanente a
todos nuestros hermanos y hermanas ausentes para su regreso
a la mesa del Señor.