martes, 7 de mayo de 2013



JESÚS VUELVE A SU GLORIA

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
 

                Al final del evangelio de Marcos leemos: “Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios Padre” (Mc.16,19). Mateo termina el suyo con la aparición en el monte de Galilea. Dice a sus discípulos: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos”… (Mt. 28,18-20).  El apóstol San Juan  se detiene en el relato de las apariciones para presentarnos a Jesús como “dador de Espíritu”, y “Señor”. Una vez resucitado, envía a los suyos, por medio de María Magdalena, este mensaje: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”( Jn.20,17).

                El que más claramente habla de la ascensión es Lucas, quien termina su primer libro con estas palabras: “Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo” (Lc.24,50-51). El comienzo de su segundo libro nos describe el acontecimiento con mayor hecho.

                Existe una relación intima entre la resurrección de Jesús y su ascensión al cielo, como la hay también entre estas y la pasión y muerte del Señor. Son cuatro los momentos de un mismo drama y acción misteriosa; escenas diversas de un único acontecimiento: El paso de Jesús de este mundo al Padre”. (Jn13,1).

                Se trata de una verdadera ascensión. Este es el sentido que da Lucas al largo viaje de Jesús a Jerusalén cuando dejaba decididamente su ministerio en galilea. Inicia su relato con estas palabras. “Como se iban cumpliendo los días de su ascensión, Él afirmó su voluntad de ir a Jerusalén”. (Lc. 9,51).

                Jesucristo entró en su gloria en el momento mismo de la resurrección. (Lc.24,26). En realidad la ascensión nada añadió a la gloria del Resucitado. Más convenía a los discípulos presenciar aquella nueva y definitiva manifestación gloriosa para alcanzar el significado profundo de su exaltación. “ Dios ha exaltado a su Siervo Jesús” ( Hech. 3,13; Jn,3,14).

                Al mismo tiempo, la subida de Jesús al cielo era para ellos el final de una gozosa experiencia que el maestro les proporcionó durante aquel lapso de tiempo para confirmarlos en la fe y encender en sus corazones la esperanza y el amor.

                Jesús ha entrado al cielo “por nosotros como precursor” (Heb. 6,20). Por eso su figura nos señala la dirección en nuestro caminar. Y nos libra a un tiempo de todo triunfalismo humano, porque el que subió es el mismo que bajo. (Ef. 4, 9-10; Lc .14,11).