JESÚS
VUELVE A SU GLORIA
Pbro. Ángel Yván
Rodríguez Pineda
Al
final del evangelio de Marcos leemos: “Con
esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a
la diestra de Dios Padre” (Mc.16,19). Mateo termina el suyo con la
aparición en el monte de Galilea. Dice a sus discípulos: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos”… (Mt. 28,18-20). El apóstol San Juan se detiene en el relato de las apariciones
para presentarnos a Jesús como “dador de Espíritu”, y “Señor”. Una vez
resucitado, envía a los suyos, por medio de María Magdalena, este mensaje: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y
vuestro Dios”( Jn.20,17).
El que más
claramente habla de la ascensión es Lucas, quien termina su primer libro con
estas palabras: “Los sacó hasta cerca de
Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de
ellos y fue llevado al cielo” (Lc.24,50-51). El comienzo de su segundo libro
nos describe el acontecimiento con mayor hecho.
Existe una
relación intima entre la resurrección de Jesús y su ascensión al cielo, como la
hay también entre estas y la pasión y muerte del Señor. Son cuatro los momentos
de un mismo drama y acción misteriosa; escenas diversas de un único
acontecimiento: El paso de Jesús de este
mundo al Padre”. (Jn13,1).
Se trata de
una verdadera ascensión. Este es el sentido que da Lucas al largo viaje de
Jesús a Jerusalén cuando dejaba decididamente su ministerio en galilea. Inicia
su relato con estas palabras. “Como se iban cumpliendo los días de su
ascensión, Él afirmó su voluntad de ir a Jerusalén”. (Lc. 9,51).
Jesucristo
entró en su gloria en el momento mismo de la resurrección. (Lc.24,26). En
realidad la ascensión nada añadió a la gloria del Resucitado. Más convenía a
los discípulos presenciar aquella nueva y definitiva manifestación gloriosa
para alcanzar el significado profundo de su exaltación. “ Dios ha exaltado a su
Siervo Jesús” ( Hech. 3,13; Jn,3,14).
Al
mismo tiempo, la subida de Jesús al cielo era para ellos el final de una gozosa
experiencia que el maestro les proporcionó durante aquel lapso de tiempo para
confirmarlos en la fe y encender en sus corazones la esperanza y el amor.
Jesús
ha entrado al cielo “por nosotros como precursor” (Heb. 6,20). Por eso su
figura nos señala la dirección en nuestro caminar. Y nos libra a un tiempo de
todo triunfalismo humano, porque el que subió es el mismo que bajo. (Ef. 4,
9-10; Lc .14,11).