jueves, 26 de marzo de 2015




El encargo del Resucitado

Pbro. Ángel Yvan Rodríguez Pineda






 
 Mt.28,16-20                
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces, Jesús se acerco a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del padre y del hijo y del espíritu Santo y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”


En esta escena final culmina todo el Evangelio de Mateo. El mensaje que él nos quiere anunciar con su Evangelio se resume aquí en pocas palabras es el mensaje de que el Resucitado está con nosotros, de que  anda con nosotros todos los caminos y de que la Iglesia debe proclamar a todo el mundo la Resurrección. La Iglesia es la continuidad del obrar de Jesús. En ella está presente el mismo Jesús elevado, pero el Resucitado no se deja abarcar, delimitar, poseer, manipular por la Iglesia. Al contrario, El es el Señor, es quien manda a los discípulos por todo el mundo para que conviertan a todos los hombres en seguidores de Jesús y para que sean bautizados en el nombre del Dios trinitario.

Los discípulos obedecen las palabras  de Jesús que les trasmitieron las mujeres. Se marcharon a Galilea. En el monte que les había nombrado Jesús, se postran delante del Resucitado y le venera, Mateo habla de las dudas de algunos discípulos para señalar que esto hoy no es diferente. El mensaje de la Resurrección es fascinante, pero, al mismo tiempo, se introduce furtivamente la duda de nuestros pensamientos: “¿Cómo se puede entender la Resurrección? ¿No es solo imaginación? ¿Podemos fiarnos de lo que vemos? también hoy vacilamos entre la fe y la duda. La fe necesita la duda para no abarcar a Dios, para no hacerse una idea demasiado rígida de Jesús y su Resurrección.

Jesús tiene todo el poder. Tiene el pleno poder de perdonar pecados y curar enfermos. Vendrá como Hijo del hombre en las nubes del cielo y demostrara su poder al mundo entero. Aunque aparentemente se haya roto este poder en la muerte, en la realidad Jesús como Hijo de Dios,  el Señor y el Rey del mundo. Por eso deben partir los discípulos y convertir a todos los hombres en discípulos y convertir a todos los hombres en discípulos de Jesús. Esto no se puede hacer a la fuerza, sino solo a través de la libertad de cada uno. Jesús nos encarga propagar su mensaje para que muchos se conviertan y se dejen  bautizar. Su mensaje se dirige a todos los hombres y pueblos, tanto a los judíos como a los griegos. Nadie está incluido. La obra de Jesús, aunque se desarrollo en un lugar determinado tiene consecuencias para el mundo entero, que debe ser tocado y transformado por la salvación de Jesús.


Son tres los pasos que Jesús pide a sus discípulos:  






El Primero: consiste en que El manda a sus discípulos para ganar nuevos adeptos. Deben predicar a Dios, con la misma convicción de Jesús y convencer a los demás como Él mismo. Deben dar testimonio de Jesús con su propia vida y con la confianza en Dios,  Con esa confianza que Jesús no solo nos ha proclamado, sino que nos la ha demostrado visiblemente con su vida y su muerte. Convertir a alguien en discípulo de Jesús significa para mi introducirle en la misma experiencia de Jesús. En el Evangelio de Mateo esto consiste en la experiencia de la confianza y la libertad de los hijos de Dios y la experiencia de la Iglesia, la nueva comunidad, a la cual Jesucristo glorificado y a la cual ha invitado a los hombres de todos los pueblos y culturas, de todas las religiones y confesiones.

El Segundo: Consiste en el bautizo en el nombre de Dios trinitario. Todo aquel que haya sido ganado para Jesús debe ser integrado en la vida de Dios. Se le bautizara en nombre de la Trinidad, lo cual quiere decir que es entregado en propiedad de la Trinidad. En el bautizo se le acoge en la comunión trinitaria y ellos experimentaran en Dios la verdadera dignidad de su condición humana, que consiste en ser hijos e hijas de Dios. A este segundo paso se le podría llamar la “dimensión mística del cristianismo”. Los discípulos deben introducir a los hombres en la experiencia de Dios, una experiencia que desde siempre estaba abierta para nosotros y hacia nosotros. No podemos hablar de Dios sin hablar al mismo tiempo del hombre, ni podemos entender al hombre sin verlo como quien esta acogido en la comunión del Dios trinitario.

El Tercero: Consiste en guardar los mandamientos. Para Mateo la dimensión ética siempre está unida a la fe. No basta con experimentar a Dios, con estar en Él, con sentir su cercanía sanadora, también forma parte de la fe el hecho de que estemos dispuestos a cumplir todo lo que Jesús nos ha mandado. Jesús no solo nos anuncio al Dios misericordioso, a quien oramos con confianza y en quien nos sentimos cobijados, sino quien también nos revelo la voluntad de Dios para nosotros y hoy nos invita a seguir esa voluntad con nuestra conducta. Así, en el último mandato de Jesús se hace patente otra vez la intención del Evangelio de Mateo: con la historia de la vida de Jesús quiere ganar adeptos para Cristo. Quiere invitarles a entrar  en comunión con la Iglesia y mediante el bautismo que se dejen llevar hasta el fondo  del amor de Dios trinitario- Según sus propias palabras, Jesús nos invita a cambiar nuestros comportamientos y a dar, con una actuación nueva, testimonio de su mensaje, que considera que el hombre está capacitado para nuevas posibilidades.


Mateo termina su Evangelio con la promesa de Jesús, él, retoma aquí la promesa de  YWAHW a Moisés en la zarza ardiendo: “Yo estoy contigo”. Jesús es el Emmanuel, el “Dios con nosotros”, tal como había sido anunciado por José antes de su  nacimiento. Jesús acompaña a sus mensajeros como el Resucitado y junto a ellos, viene a todos los pueblos. Por lo tanto, la Iglesia, el Resucitado quiere ir a los hombres y abrirles a la vida.