martes, 19 de agosto de 2014




¿ES POSIBLE EL SÍ PARA SIEMPRE EN EL MATRIMONIO?

Pbro. Ángel Yván Rodríguez Pineda
 
 

            Al hacer consciente que la vida matrimonial es un gran proyecto, creado y bendecido por Dios; es oportuno que reflexionemos como tarea cotidiana en la vida conyugal los siguientes aspectos:

            El valor del tiempo: Es necesario que los matrimonios se detengan por un instante a reflexionar durante la vida que tiempo le dedican a cultivar los elementos esenciales de la vida compartida. Existen muchos factores distractores que “roban” a las parejas matrimoniales el tiempo necesario y vital para fomentar la vida conyugal. Es necesario que los que conforman el vínculo matrimonial estén atentos a que ni las circunstancias vitales del día a día, ni los amigos, ni el trabajo excesivo, las tentaciones vanas son excusas valederas para romper el tiempo necesario para convivir y compartir la vida.

            La disciplina: En la medida que la vida conyugal se desarrolla y fortalece, cada cónyuges debe ir descubriendo que ya no eres tú solo (a) el que existe, si no que desde que se estableció el vínculo matrimonial alguien más forma parte de tu proyecto de vida. Si no hay disciplina en la vida matrimonial el establecimiento del “nosotros conyugal” puede caer en el descuido y porque no decir en el olvido. Disciplina implica tiempo y atención constante para tu cónyuge, para tus hijos, para la edificación en común y el logro de metas trazadas en común.

            Dedicación: Interesarse por el proyecto común emprendido en el matrimonio. Dedicarle atención a las necesidades humanas y espirituales del otro, no es perder el tiempo, al contrario hacerlo parte importante de una decisión de vida en común. Si la pareja cree necesario capacitarse a través de terapias conyugales, talleres de crecimiento humano y espiritual, hazlo. Tú vida matrimonial es la carreara y opción de vida más importante que tienes entre manos.

            Protección: Es necesario proteger a tu matrimonio de todos los peligros que lo acechan: infidelidades, engaños, gastos excesivos y todo aquello a lo que es vulnerable. Nunca olvides que tu matrimonio es tu mejor obra de arte, que nada ni nadie puede lastimar.

            Fortaleza: Es necesario que el matrimonio sea fortalecido con ciertos refuerzos que le permitan seguir adelante con esa obra de arte que a ambos le enorgullece. Es necesario reforzarlo con detalles de cuidado, amor, alegrías, entrega. Quienes se esfuerzan por rejuvenecer día a día su vínculo matrimonial al pasar el tiempo se darán cuenta que valió la pena dedicarle esfuerzo y constancia.

            Rehabilitación: Algunas realidades matrimoniales con el tiempo, se pueden ver atrofiadas, es necesario rehabilitarlo. Quizás es volver a ese Amor primero y preguntarse: ¿ Qué le gustaba a ella (el) antes de casarse, o de recién casado? ¿Qué detalle le puede  gustar ahora? ¿Dónde podríamos pasar un buen rato juntos?... Cuando una pareja matrimonial se ocupa de su rehabilitación, ni el tiempo cansa ni la relación de desgasta.

            Creatividad: La monotonía cansa y la rutina arruina los planes. Toda pareja debe luchar por cambiar siempre para bien. Es bueno siempre preguntarse qué podemos hacer para lograr mejores resultados de la vida en común. Qué necesito hacer para consolidar la vida libremente escogida como vocación de vida.

            Ilusión y Pasión: Dos constitutivos esenciales en la felicidad de la vida matrimonial. Es oportuno en la sana vida matrimonial saber qué es lo que en la vida compartida les ilusiona y apasiona. Aquello que nada ni nadie les robe la ilusión y pasión en el vínculo establecido debe ser el norte del proyecto de vida en común. Cuando existe la ilusión y la pasión bien vividas en el matrimonio, es un sello emblemático, un testimonio encarnado que sirve de estandarte ante las distintas ideologías que hoy declaran la muerte al vínculo matrimonial entre un hombre y una mujer.

            La oración en común: La oración de los dos es el camino para que Dios esté presente en la vida matrimonial. Él es el gran invitado. Él es que le da sentido y les conduce a la plena realización y a la felicidad. Un matrimonio que contiene a Dios tiene la certeza de su vocación. Con Él, se podrá realizar  con mayor facilidad el proyecto de Dios para el matrimonio y la familia.

            Santificación mutua: Dice la Sagrada Escritura: Mateo 19,6:
“Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. El fin de toda unión conyugal es procurar la santificación, lo cual requiere la plena conciencia que las acciones, ocupaciones y responsabilidades matrimoniales  son la causa ordinaria del camino de santidad matrimonial. Ha de ser un milagro de Dios, que un hombre y una mujer opción de manera libre y consciente el vivir bajo un mismo techo, el comer en una misma mesa y el dormir en una misma cama para toda la vida. El matrimonio que no tiene como meta la santificación cristiana, será una buena y perfecta comunidad de vida, pero carecerá del fin esencial de su propia santificación.